Vanessa Restrepo Hoyos
Columnista / 13 de marzo de 2021

La soledad de vivir en compañía

Viendo recientemente una comedia romántica en casa, recordé unas palabras que había oído hace un tiempo. Unas que describen la convivencia de muchas parejas, quienes pese a vivir juntas, quererse, tener una hermosa familia, una vida sexual activa, serse fiel y “llevarse bien”, las separa un vacío emocional que a veces es imperceptible por las parejas mismas o, por el contrario, es tan evidente para alguna de sus partes, que acaban por destruirse. Me refiero a la soledad de vivir en compañía.

Pero, antes de abordar este tema en particular, quisiera hacer la salvedad de que para gustos, los colores. Hay quienes felizmente viven juntos, pero no revueltos. Solamente con tener la presencia de su media naranja bajo el mismo techo, les basta y les sobra. Esta elección de vida es igualmente válida y respetable.

Sin embargo, quienes sí decidieron unirse con el fin de compartir su vida sentimental, pero que con el tiempo se han convertido en perfectos desconocidos, la historia pueda que no termine en un final igualmente feliz.

Y es que en ocasiones, la mayor soledad se puede vivir estando acompañado. El solo hecho de sentir que la persona a quien amas, con quien compartes tu lecho, con quien te levantas cada mañana, desayunas, almuerzas y cenas, no te aporta, no te valora, no comprende tus necesidades, no toma tus opiniones en cuenta, no apoya tus sueños, no te valida como persona, sea sin agresividad y sin violencia, puede hacerte mucho daño.

María Lourdes Dávila, magíster en Psicología Clínica, explica que la soledad de vivir en compañía es aquella en donde el ser humano tiene muchos sentimientos contradictorios porque a pesar de estar rodeado de gente, sea familia o pareja, etc., se siente solo, estando acompañado.

“En el caso específico de la pareja, a pesar de que haya momentos gratos; a pesar de que tenga una buena relación sexual y de que haya niños de por medio, cuando una de las partes se siente sola, generalmente es porque esa persona ha perdido en la otra, esa complicidad en donde realmente puede desnudar su alma con un intercambio honesto y fluido de emociones, de risas, de frustraciones, de orgullo, de tristezas, etc.”.

Asimismo, agrega que lo que normalmente falla es la falta de una comunicación sincera y productiva, en donde se presentan muchas  barreras y represiones que impiden que la persona se muestre como realmente es. “Cuando de alguna forma no te atreves a contarle a tu pareja lo que es o no importante para ti, lo que te hace o no vibrar, estás conectado por una falsa sensación de bienestar basada en una comunicación superficial y en estos casos, no hay más remedio que sentirte solo e invisible”, expresa Dávila.

Uno de los aspectos que más me llama la atención de este vacío emocional es que en ciertas situaciones puede pasar totalmente desapercibido. No es fácil saber si alguien se siente solo si no lo expresa.

La persona que se siente sola, probablemente “lo tiene todo”. Es decir, a nuestros ojos, se encuentra más que bien, pero luego, para nuestra sorpresa, no nos podemos explicar por qué comienza a sufrir consecuencias a nivel de salud mental como depresión y ansiedad (las más comunes), y otras conductas que pueden llegar a ser patológicas para el ser humano, como las compras compulsivas, el “trastorno por Atracón” (condición en la que la persona come todo al mismo tiempo, en exceso y sin control), la ludopatía y demás, las cuales, inconscientemente, tratan de llenar este vacío emocional.

¿Luz al final del túnel?

Muchos podríamos pensar que una relación sana se basa en el tiempo y la cantidad de planes que realices con tu pareja. Sin embargo, para Dávila esto no lo es todo.

“Lo más importante es la calidad de la relación.  Es el hecho de ser completamente auténtico con tu pareja que es lo que muchas veces, por nuestro temores o por diversos mecanismos de defensa, incluso nos disfrazamos frente a ella y eso no nos permite demostrar lo que verdaderamente nos hace ser vulnerables, la cualidad más importante que nos hace sentir seres humanos”, resalta.

Por esto, a la hora de querer encontrar una salida frente a esto, Dávila sugiere verbalizar este sentimiento y derrumbar todos estos disfraces y armaduras para poder comenzar a mostrarnos tal cual somos y para aceptar y hacer respetar nuestra individualidad.

“El hecho de que para mi pareja soy una persona importante, reconocida y en donde mi voz y punto de vista tienen un valor que no necesariamente es compartido por la pareja, pero que es escuchado y respetado, es fundamental”, puntualiza.

A veces no es fácil expresar nuestros sentimientos más profundos o exteriorizar lo que más nos duele, pero para quien se haya sentido relacionado con este tema de alguna manera y decida a atreverse a manifestar sus sentimientos de soledad, les dejo una cita del poeta sevillano, Gustavo Adolfo Bécquer, para que de su mano, den este primer paso: “La soledades muy hermosa…cuando se tiene alguien a quien decírselo”.

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