Lo primero que hay que decir sobre ‘La nostalgia del caimán’, el libro que acaba de publicar el periodista y profesor universitario Javier Franco Altamar, con el sello de editorial Uninorte, es que puede leerse en dos claves: en clave de música y en clave de periodismo.
Este repaso histórico de las canciones más importantes que le han dedicado a La Arenosa es una linda melodía de 246 páginas, pero también es literatura e investigación. Esto se debe a que no es la obra de un musicólogo ni de un melómano, sino la de un periodista que ama la música. Y la de un barranquillero apasionado por su ciudad, condición que no pasa desapercibida durante la lectura.
No sé si este trabajo, escrito con la técnica y el rigor de un periodista, se convierta en un documento de culto o en fuente de consulta para investigadores musicales, pero considero que desde ya es un libro imprescindible y fundamental para el periodismo costeño.
La primera canción de esta ‘playlist‘ impresa es, precisamente, la que da título al libro y de alguna manera a la identidad barranquillera a nivel nacional y mundial: ‘El hombre caimán’, del maestro José María Peñaranda, grabada a comienzos de la década del 40 del siglo pasado y conocida después como ‘Se va el caimán’. ¿Por qué terminó por ser un símbolo de la ciudad y de la barranquilleridad como tal? Franco lo explica con lujo de detalle.
Quizá muchos lo desconozcan, pero este libro iba a titularse Linda Melodía, que en lo personal me gusta más, por su asociación con la canción ‘Río y mar‘ del maestro soledeño Pacho Galán, original de 1959.
La técnica del cronista que conoce su oficio está presente de comienzo a fin, ya que teje las referencias musicales con el contexto de la ciudad en cada momento, es decir, este libro, a su manera, es muchos libros, como escribió Julio Cortázar de su Rayuela.
Es llamativo el entrelazado en el capítulo de ‘Barranquilla es tu ciudad’ y ‘Puente Pumarejo’, temas del locutor y personalidad de los medios Marco Aurelio Álvarez. La narración va de un párrafo musical a otro de contenido social, político y económico para describir el declive y la postración de la ciudad en los años 70.
Y así pasamos por ‘Las cuatro fiestas‘, ‘Unos para todos‘, ‘A Barranquilla’, ‘Mi vieja Barranquilla’, ‘Regalo a Barranquilla’, ‘La Guacherna’, ‘Barranquillero arrebatao‘, como también por la valentía y el empuje de Esther Forero, el talento inagotable de Adolfo Echeverría, la irrupción de la salsa, la penetración del vallenato, hasta llegar al punto cumbre de ‘En Barranquilla me quedo‘, de Joe Arroyo, himno alterno de los que nunca se van y de los que anhelan regresar.