Nuestra Gente / 2 de diciembre de 2023

Los Velaides: cuatro generaciones fabricando faroles para la Noche de Velitas

Mariluz Velaides, organiza los farolitos listos para la entrega.

Miguel Utria

Desde mayo, la familia comienza a elaborar estas coloridas cajas hechas en papel y madera contribuyendo así para que no se pierda la tradición de iluminar las madrugadas de los 8 de diciembre en honor de la Virgen.

La casa de los Velaides, ubicada en el barrio El Porvenir de Soledad, es una verdadera bodega de farolitos multicolores esperando ser llevados por quienes hicieron sus encargos desde hace seis meses con anterioridad.

Pero además la casa se convierte en un sitio obligado a donde llegan, hijos, sobrinos, primos y hasta vecinos a colaborar con el corte del papel y pegado del mismo cuando ya los mayores han armado la estructura en madera.

EL proceso de corte se hace con ayuda de un patrón.
Luis Velaides es el encargado de cortar la madera para los faroles.

Es además de una bella ocasión para la unión familiar, una tradición que lleva cuatro generaciones dedicadas al oficio de fabricar y comercializar los farolitos para la noche del siete y madrugada del ocho de diciembre.

Mariluz Velaides recuerda, por historias que le cuenta su padre Luis, que su abuelo Martín era ayudante de un vecino del barrio Rebollo de Barranquilla, del que solo recuerda que se llamada William, que se dedicaba a la fabricación y comercialización de farolitos hechos en madera y forrados con papeles celofán de diversos colores. Ellos cortaban, armaban y decoraban  la cantidad que fuera necesaria para cumplir la demanda anual del ya tradicional elemento de luz de fin de año.

Pegar el papel con mucha estética en la armadura no es tarea fácil, pues algunos traen motivos navideños.

«No sabría decirle cuántos años hace eso, pero sí que con el tiempo mi abuelo, con la ayuda de mi papá y mi tío Jorge, un día decidieron independizarse y comenzaron con el negocio, ellos mismos compraban los materiales, y como ya conocían la dinámica, se hicieron a su propia clientela», recuerda Mariluz.

Con la muerte del abuelo, los hermanos Luis y Jorge siguieron con el oficio hasta que se volvió una tradición familiar de la que comenzaron a hacer parte Mariluz, su hermano, sus primos y años más tardes sus sobrinos, que son el presente de la tradición que esperan siga por más generaciones.

Asegura la mujer que cada mes de mayo o junio su casa se convierte en un taller, pues su padre comienza a traer  cantidades de madera de diversas clases y a cortarlas en una sierra eléctrica que acondicionó en el patio de la casa.

Paralelo a esto, ella con el apoyo de otros miembros de la familia  encargan las resmas de papel celofán y comienzan a hacer los cortes, ayudados por un molde, que van almacenando y seleccionando por colores hasta que su padre y primo inician el armado de las estructuras hechas en dos clases de madera diferente y clavados con pequeñas puntillas.

La casa de los Velaides se convierte en una bodega desde mayo hasta diciembre de cada año.

Los materiales utilizados para la elaboración de los farolitos son triple amarillo que es vulnerable a la humedad, y una madera más resistente  que estilizada para los parales.

«Esa madera la compramos por retazos. Compramos una camionada entre varios fabricantes de farolitos, y así nos sale más económico, después nos la dividimos. Yo apenas compro la madera comienzo a cortarlas y voy almacenando los palitos», afirma don Luis, quién manifiesta que ya tiene la medida precisa para el largo de las piezas que corta.

Dice que no sabe cuánta madera corta en el día o para toda la producción, pero asegura que el trabajo es rápido por la práctica que ha adquirido con el pasar de los años. «Yo tengo una plantilla, gradúo la máquina y comenzamos a cortar las piezas que tienen sus medidas precisas», asegura don Luis.

El decorado o forrado de faroles, como lo llama Mariluz, lo comienzan a hacer con la participación de todos en la casa, generalmente en horas de la noche, eso sí sin trasnochar mucho porque el trabajo lo inician con mucho tiempo de anticipación para no descuidar las demás obligaciones.

«Yo soy manicurista y trabajo en los domicilios de mis clientes, y a veces ellos vienen aquí a la casa. Ese trabajo yo procuro hacerlo en las mañanas para después dedicarnos al trabajo de farolitos», apunta Mariluz, quién manifiesta que hasta las visitas se contagian de las ganas de trabajar y les dan una mano en dicho quehacer.

A la casa de los Velaides llegamos por intermedio de nuestros amigos, los esposos William Pretel y Kimberly Arrieta quién además de ser clienta de Mariluz en su oficio de manicurista, es pariente de la familia, y en ocasiones también ha participado del trabajo.

En el trabajo de armado de la estructura, después de que la madera está cortada, está a cargo de uno de los primos de Mariluz, quién ha adquirido tanta práctica que en par de horas arma hasta 500 farolitos.

Una vez armados algunos son decorados con figuras navideñas con una especie de molde y con pintura, trabajo que está a cargo de Nicolle, hija de Mariluz, y, en ocasiones su sobrina Loraine Torres, quién es graduada en psicología de la Universidad del Norte, y que deja de lado su rol profesional para apoyar en el emprendimiento familiar.

Jorge Velaides, es quien armar la estructura.

Los días de mayor intensidad en el trabajo son cuando se acercan los meses de octubre y noviembre que ya los pedidos se han hecho y se acerca la fecha de entrega.

«Aquí todos sacamos el rato para aportar nuestro granito de arena, hasta el novio de mi sobrina Loraine, Rey Arrieta, se pone la camiseta y nos ayuda hasta que ya suspendemos el trabajo por ese día», asegura Mariluz.

Mientras dialogamos con la mujer que se dedica a armar los últimos faroles del pedido, el ruido de la sierra no deja de hacerse escuchar, y es que hace pocos días les hicieron un pedido de 2 mil farolitos que estaban fuera del presupuesto, y don Luis estaba tratando de sacar las piezas para ver si pueden cumplir con el mismo o si les toca comprar más madera.

Cada año, desde hace muchos, la familia Velaides elabora en promedio siete mil farolitos para sus clientes quienes los encargan desde agosto, aunque no dejan de llegar personas que desean mover su emprendimiento vendiendo faroles y les hacen pedidos de entre 200 y 500 faroles que ellos tratan de elaborar una vez han sacado la producción gruesa que iniciaron a mitad del año.

Los casi siete mil faroles que se hicieron por encargos este año, ya están cancelados en un buen porcentaje del costo de los mismos, listos y a la espera de que lleguen por ellos. Pero siempre los Velaides elaboran en promedio dos mil faroles que son para los clientes ocasionales o para quienes compran los de  sus casas, porque, como dice Mariluz, no deja de haber vecinos que llegan a comprar cantidades mínimas, y ellos les venden a todos.

El promedio de costo de cada farol para el cliente es de 900 o 1000 pesos cada uno, dependiendo de la cantidad que lleve el comprador.

Los faroles de los Velaides no solo son vendidos en Soledad y Barranquilla sino que muchos amigos suyos han comprado para llevar a otras ciudades como Medellín, Bogotá, Santa Marta, Maicao y otros municipios de la región.

Aseguran Luis y Mariluz que en una ocasión intentaron romper la tradición e hicieron farolitos con formas diferentes, pero observaron que era mucho más trabajo, lo que requería más tiempo de trabajo, y era poco rentable porque el precio no compensaba el esfuerzo y los clientes no querían asumir el costo real de los mismos.

En vísperas de la Noche de Velitas, Luis Velaides, su hija Mariluz, sobrinos y nietos, están a la espera de la entrega de la producción que se encuentra embodegada y esperar la noche del encendido para ver y compartir en familia una noche más de tradición con los farolitos que iluminan la cuadra, mucho de los cuales fueron elaborados por ellos mismo.

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