La iglesia de San Nicolás, una verdadera joya arquitectónica.
Más allá de lo material, esta Semana Santa nos invita a descubrir, reflexionar y valorar el sacramento de la fe.
Cuando hablamos de tesoro nos remontamos a las películas y series de ficción que nos muestran cuánto es capaz de hacer el hombre por adquirir, recuperar o alcanzar uno, que por lo general está escondido en sitios indeterminados y que hallarlos se tarda años y se viven incontables aventuras para llegar a ellos.
Las películas también nos muestran la belleza y lujos de los elementos de la iglesia católica y el celo con que los mismos son cuidados y conservados: como lo que son, un verdadero tesoro.
Aunque las sagradas escrituras nos hablan de no amasar tesoros en la tierra so pena de que sean carcomidos por el tiempo y no lleguemos nunca a disfrutarlos, todos, sin lugar a dudas anhelamos hallar un tesoro para darle un cambio a nuestras vidas.
“No te hagas de tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino hazte tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón”, nos dice el Nuevo Testamento en el capítulo 6 del libro de Mateo.
También está la Parábola del tesoro escondido de Jesús, que aparece en el Evangelio de Mateo 13:44 e ilustra el gran valor del Reino de los Cielos.
Esos tesoros de los que nos hablan las películas, que son propiedad de la Iglesia, sí existieron o existen. Son los elementos con que se apoyaban los ritos a cargos de sacerdotes. Por ejemplo, los elementos que usan en las misas constituyen un tesoro por lo que representan. Pero además porque en los inicios de la Iglesia y hasta muchos siglos después esos elementos eran de oro y plata.
De hecho en el Vaticano existen museos que conservan elementos de gran valor, no solo los utensilios sino verdaderas obras de artes con las que se adornaban los templos en pinturas y esculturas.
Un trabajo investigativo del medio virtual nuevodiario.es.com, publicado hace cuatro años revela el tesoro en elementos de oro que posee el Vaticano. “La Iglesia Católica Romana controla aproximadamente 60.350 toneladas de oro”. Todos estos tesoros están expuestos para el público en museos.
Pero más en nuestro medio y en lo espiritual, la iglesia católica nos habla de muchos tesoros de valor incalculable y que están al alcalde de nuestros sentidos.
El sacerdote Álvaro García, párroco de la Catedral María Reina y Vicario de administración de la Arquidiócesis de Barranquilla, nos hace una reflexión acerca del término tesoro de la Iglesia y nos asegura que el mayor de los tesoros es nuestro señor Jesucristo que nos viene dado por Dios a través de la palabra que se considera depósito de la fe.
Considera el sacerdote García que la Iglesia Católica, a lo largo de más de dos mil años de historia le ha dado a sus fieles muchos tesoros más, y menciona entre ellos los sacramentos de la fe, es decir, bautismo, conformación matrimonio, etc. “Estos son, sin lugar a dudas, unos tesoros invaluables”, apunta.
“Los de la iglesia también están en todas las obras sociales que están amparadas por la espiritualidad y hacen parte de la evangelización”, afirma el padre García.
Y destaca el padre a los fieles, y entre ellos a los pobres como uno de los mayores tesoros de la iglesia porque son considerados como las personas que más ayudan a conocer y estar más cerca de Dios. Recalcando que no solo son pobres los que tienen menos recursos sino los más humildes que tienen más disposición.
Pero además de lo netamente espiritual, la iglesia católica tienen un gran valor en la arquitectura de sus templos, esto es desde las grandes catedrales hasta pequeñas capillas, a lo largo de todo el mundo, muchas de las cuales son bienes patrimoniales por su contenido artístico, no solo en la arquitectura y sus acabados sino en sus pinturas y esculturas.
Estos tesoros, que, como ya dijimos, se encuentran a los largo de todo el mundo, forman parte de los atractivos de las ciudades donde se encuentran ubicados y gozan de la protección no solo de la Iglesia sino de los gobiernos.
“Han contribuido al desarrollo de la humanidad y superan la magnitud del oro y de la plata”
Dentro de las celebraciones del culto se elaboraron unos tesoros materiales como con las custodias, los cálices, las patenas y los sagrarios que son unas especies de cofre donde se guardan las hostias. Estos son tesoros que ya no los tienen los templos sino que están en museos, y las pocas iglesias que las conservan están en Europa.
En nuestro medio, los templos conservan altares en madera, imágenes que datan de muchos años y que contienen grandes historias cuya cuantía no alcanzan el oro y la plata. Ese valor se lo da la comunidad que los cuida y admira como verdaderos tesoros.
“Es lo que pasa con la Catedral Metropolitana, es una joya espiritual y arquitectónica por su estructura y sus vitrales. Usted ingresa a la catedral y se encuentra con la historia de la creación en los vitrales que apuntan hacia la Plaza de la Paz San Juan Pablo II”.
Además de estos vitrales están los laterales que ilustran los siete sacramentos, y está el Cristo Liberador, el gran atractivo de turistas extranjeros que se impresionan por la magnitud de la escultura.
“A mí me causa curiosidad de ver la impresión que causa esta obra entre los turistas europeos porque ellos vienen del antiguo continente donde las obras de arte de la Iglesia son majestuosas, pero llegan aquí y se maravillan con nuestra catedral”.
También hacen parte del tesoro los muebles y algunas prendas de vestir que pertenecieron a alguien importante para la Iglesia y que tienen muchos años de antigüedad.
“Hay un tesoro al que todos tenemos acceso y que debemos conservar y cuidar, es la oración que te acerca a Dios y entrar en contacto y comunión con él. Conservar y cuidar a nuestra familia, a nuestros amigos, nuestra salud, el poder conversar. Todo es un gran tesoro”.