Juan Alejandro Tapia
Columnista / 18 de noviembre de 2023

Lucho

Haber decidido quedarse en Inglaterra, ir a entrenar con su club, el Liverpool, e incluso jugar un partido en el que anotó un gol de último minuto mientras su papá estaba en manos del Eln, dice mucho sobre Luis Díaz. No sé si acató la recomendación del presidente Petro o las autoridades colombianas, no sé si los directivos de los ‘reds’ se lo sugirieron, lo concreto es que no vino. Manejó la situación más difícil de su vida a la distancia, privándose de servirle de sustento emocional a su madre. Midió los tiempos y aguantó todo lo que pudo hasta que, después de un par de intentos fallidos, Mane Díaz fue liberado.

La llegada de Díaz al país habría desatado un espectáculo mediático pocas veces visto. La prensa sensacionalista inglesa lo habría seguido hasta los confines de las montañas, el Liverpool no lo habría dejado partir sin la protección de dos gorilas a sueldo como guardaespaldas, y los reporteros colombianos lo habrían agobiado día y noche en su casa en Barrancas. Semejante circo habría complicado aún más la logística para la liberación y, quizá, incentivado a los comandantes guerrilleros a sacarle mayor partido -político, sin duda; económico, lo desconozco- a su presa.

Así que Lucho hizo lo mismo que en la cancha del Metropolitano frente a los brasileros. Esperó su momento, soportó el dolor de un pinchazo en el aductor, reflexionó en silencio por el costado izquierdo del campo y sacó a relucir su cabeza fría. Llamativo en un joven nacido y criado bajo el sol cegador de La Guajira. Y fue entonces, no antes, cuando las emociones contenidas en su pecho explotaron como un volcán. Sin violencia ni odio, sin sed de venganza: un corazón dibujado con los dedos para su padre y dos besos en la mejilla para su ídolo, James.

Es el ejemplo de la Colombia que debemos buscar no solo en el terreno del Metropolitano, sino en las calles, en el Congreso, en las cortes, en las oficinas y, ni más faltaba, en las graderías del mismo estadio.

Mientras la víctima de un delito que atenta contra la más grande conquista de la especie humana, la libertad, no duda en aprovechar la ocasión para enviar un mensaje inspirador, que luego ratifica en sus declaraciones como figura del partido, en la tribuna prevalece el resentimiento entre los aficionados de la misma Selección.

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