Mario Venturini en los años que gerenciaba el Hotel El Prado de Barranquilla, uno de los símbolos de la ciudad.
El sábado 17 de este mes recibimos la lamentable noticia del fallecimiento de Mario Venturini, recordado por su invaluable labor al frente del Hotel El Prado. Murió a los 88 años, tras una fractura de cadera en una clínica de Barranquilla, ciudad a la que amó y lo acogió gozando de la admiración y aprecio no solo del gremio hotelero del país, sino de quienes tuvimos la oportunidad de conocerlo y tratarlo.
Antes de gerenciar El Prado, en el que estuvo dos temporadas: 1970 al 1972, y luego en 1985 hasta 1999, como tal, se había desempeñado en varios hoteles, entre ellos el Intercontinental de Cali y el Concord, de Curazao.
Durante su trabajo en el Hotel El Prado, Venturini hizo muchas adecuaciones a esa joya arquitectónica y amplió sus servicios con los últimos avances de la industria hotelera, conservando eso sí, el encanto de su estilo tropical de terrazas, arcadas, balcones y jardines.
Fue este dinámico hombre de sonrisa permanente y cejas pobladas que le dio apertura del Salón Dorado VIP, que funcionó como centro de negocios exclusivo para huéspedes; el spa y un gimnasio, reformó y modernizó la suite presidencial con objetos decorativos y pinturas originales para satisfacer las preferencias de las personalidades que con frecuencia la reservaban. También hizo que el hotel ofreciera los servicios de pizzería no solo a huéspedes sino a público en general.
Uno de sus grandes logros fue revivir el Patio Andaluz, un acogedor sitio nocturno de arcadas moriscas en el que se reunía la élite barranquillera para presenciar shows internacionales en vivo; y elevó la categoría del hotel (cuando éste, en 1987, cumplió los 60 años) consiguiendo la quinta estrella cuando era operado por la cadena Intercontinental. Por eso, y mucho más, el centro hotelero era muy frecuentado por huéspedes ilustres como miembros de la realeza, presidentes de la república, deportistas, artistas nacionales y extranjeros, y muchísimos personajes más de la vida pública. Todos ellos eran recibidos personalmente por el sirio más barranquillero nacido en Damasco, hijo de padres italianos.
La lista de los personajes es larga. Sus firmas, como huéspedes, quedaban estampadas en un libro que su gerente siempre guardó con celo. Como el mensaje que escribió el inolvidable artista Alejandro Obregón: “El Prado sigue siendo el mejor hotel del mundo”.
En esos años dorados, el hotel fue el centro social tanto de huéspedes como de los barranquilleros que querían estar ahí disfrutando de grandes fiestas en los jardines tropicales, saborear los mejores platos de la cocina internacional o asistiendo a bodas, congresos y reuniones empresariales, entre otros eventos.
Seguir hablando del brillante desempeño del hotelero Venturini no terminaríamos. Por su entrega al trabajo recibió múltiples condecoraciones, en su mayoría entregadas por el Gobierno Nacional, las cuales quedan hoy bajo la custodia de su hija Vanessa, quien, residen hace varios años en Curazao, donde trabaja para la cadena Papagayo que maneja resorts, hoteles y clubes.
La fortaleza de don Mario estuvo a prueba desde 2008, cuando fue operado de corazón abierto; a los 2 años le fue detectado un cáncer de garganta del que se recuperó. Pero no aguantó la operación de cadera. Paz en su tumba.