El legendario diseñador de moda y perfumista, que acaba de morir a los 84 años, reveló en 2009 el gran secreto de su traumática infancia: que era un sobreviviente de la bomba atómica que en 1945 cayó sobre su natal Hiroshima, la cual le dejó una pronunciada cojera.
Por el uso del plisado en sus prendas, por sus sencillos jerséis de cuello vuelto, por su línea de bolsos con patrones geométricos, por sus diseños realizados en una sola pieza de tela y por combinar la tradición nipona con materiales y cortes vanguardistas, el diseñador y perfumista japonés Issey Miyake ganó el reconocimiento global, al punto de que sus diseños se han exhibido no solo en las grandes pasarelas, sino también en importantes museos del mundo.
Miyake murió hace unos días, a los 84 años, en su casa de Tokio, Japón, debido a un cáncer de hígado y la noticia conmovió el mundo de la alta costura. Y no es para menos. Los pliegues atemporales de sus prendas lo convirtieron en uno de los favoritos de la industria de la moda.
Issey Miyake definió una época de la historia moderna de Japón y alcanzó el estrellato en la década de 1970 como parte de una generación de diseñadores y artistas que lograron fama mundial, definiendo una visión japonesa distinta de la de Occidente.
Lo particular de la propuesta de moda que lo distinguió, el plisado, es que este parecía figura de origami, por lo que sus lujosas piezas eran consideradas objetos de coleccionista. Tanto es así que hoy sus diseños se conservan en instituciones como el Victoria and Albert Museum de Londres, el Museo de Arte Moderno de Nueva York y el Museo de Arte de Filadelfia.
El gran cliente para toda la vida de Miyake fue el empresario norteamericano Steve Jobs, fundador de Apple Inc., quien usó sus jerseys negros de cuello alto casi exclusivamente a partir de la década de 1980.
Miyake nació en la ciudad japonesa de Hiroshima en 1938. La bomba que cayó sobre la ciudad en 1945 le dejó una pronunciada cojera que le acompañaría hasta la edad adulta, y su madre murió tres años después por la exposición a la radiación.
Siempre se resistió a ser etiquetado como el diseñador que escapó de la bomba atómica, no mencionó su traumática infancia hasta 2009, cuando escribió sobre la experiencia en un artículo de opinión en apoyo del desarme nuclear, publicado en The New York Times.
Miyake estudió diseño gráfico en la Universidad de Arte Tama de Tokio antes de trasladarse en 1965 a París, donde se matriculó en la renombrada escuela de sastrería y confección École de la Chambre Syndicale de la Couture Parisienne. Allí trabajó para los prestigiosos diseñadores Guy Laroche y Hubert de Givenchy, antes de trasladarse a Nueva York para ayudar a Geoffrey Beene.
En 1970, fundó su propio estudio de diseño en Tokio. Sus primeros trabajos mezclaban hábilmente Oriente y Occidente, utilizando técnicas de bordado japonés y diseños de tatuajes.
Pero en la década de 1980 empezó a desarrollar un nuevo tejido que podía expandirse verticalmente con cientos de pequeños pliegues. Se inspiró en los vestidos de seda plisados de Delphos diseñados por Henriette Negrin y su marido Mariano Fortuny a principios del siglo XX.
El japonés mezcló las técnicas tradicionales y las recién desarrolladas para crear prendas permanentemente plisadas que eran a la vez vanguardistas y cómodas, arquitectónicas y naturales.
Miyake también era conocido por su línea de fragancias. La primera, L’Eau d’Issey, se lanzó en 1992 y se convirtió en un éxito de ventas internacional.
Miyake recibió múltiples premios por su trabajo como diseñador de moda y como artista. La Asociación Japonesa de las Artes le concedió el Praemium Imperiale por sus destacados logros; fue el primer diseñador de moda en recibir el Premio Kyoto de Arte y Filosofía por los logros de su vida; el gobierno de Francia le concedió la prestigiosa Legión de Honor, y el Centro Nacional de Arte de Tokio organizó la exposición más completa de la carrera de Miyake.
Hasta el final, Miyake se mantuvo fiel al oficio de modisto que había aprendido de joven. «La tecnología es valiosa en un mundo con recursos decrecientes en cuanto a la disminución de los residuos y la facilitación de la producción en masa», dijo a CNN en 2016, «pero nunca podemos perder de vista el poder del toque de las manos humanas».