A la gran final del Reinado Nacional de Belleza celebrada en el Centro de Convenciones de Cartagena asistió poco público y no se sintió el entusiasmo que años atrás despertaba la velada de elección y coronación, tal vez por la escasez de comitivas que con sus gritos y aplausos les daban ánimo a las concursantes. Fue una noche fría, tan blanca, como se visitó el público en cumplimiento del ‘código de vestimenta’ exigido por la organización, pues antes las asistentes se echaban el escaparate encima para asistir a esa gala anual y los hombres con riguroso smoking.
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Acompañada de un conjunto de mariachis, la cantante española Natalia Jiménez, con su “chorro” de voz y excelente presencia escénica, fue quien salvó el show artístico, después de ver en el escenario el paso de la orquesta de Christian del Real (hijo del fallecido cantautor ‘El Nene’) el baile de un grupo de reguetoneros, y la actuación de la octogenaria cantante cartagenera Cenelina Alcázar, en cuya carrera de 55 años y con 6 álbumes grabados, ha cantado al lado de grandes figuras como Olga Guillot, Cheo Feliciano y Matilde Díaz. Fue un homenaje a ‘La dama del bolero’, como así es conocida. Esta vez se presentó sentada y salida un poco del tono.
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Para la mayoría de la gente, el Concurso Nacional de Belleza perdió su esplendor. Los medios de comunicación, no le dieron importancia, los cibernautas se enteraban de las actividades, no con mucha información, solo a través de las redes. Es más, algunos escribieron si el reinado todavía existía. Hasta última hora algunos se enteraron que la final del Concurso Nacional de Belleza iba a ser transmitido en directo por Telecaribe.
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Menos mal que esta vez en el escenario, por cierto muy sencillo, no hubo escaleras. O si no, más de una de las candidatas se hubiera caído en el momento del desfile de trajes de gala. Por ejemplo, la representante de Nariño trastabilló tanto por su vestido como por los tacones de 15 centímetros que llevó, pese de que era una de las más altas. Y las de Córdoba y Magdalena se vieron incómodas y temerosas de enredarse con sus trajes. Entre otras cosas, pareciera que los diseñadores se hubieran puesto de acuerdo para seguir al pie de la letra la moda. Los escotes ‘palabra de honor’ o strapless con profunda abertura en forma de ‘V’ o en pico hasta el ompligo, que llaman escote plunging, mandaron la parada.
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En la noche de elección y coronación los presentadores no describieron los diseños y los autores de los vestidos de gala, de cada una de las concursantes mientras desfilaban, porque no tuvieron a la mano ninguna información. A la Señorita Norte de Santander, Andrea Yáñez, una de las fuertes contendoras que se había alzado con los premios Señorita Elegancia y Mejor Figura, no le favoreció mucho su traje y tampoco le fue bien en su respuesta, razón por la que le valió el título de primera princesa. Por cierto, al no quedar contentas con el fallo, esta semana se rumoró que Norte y Tolima (tercera princesa) están pensando en renunciar para irse a otro concurso.
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El diseñador momposino Hernán Zajar que el encargado de vestir a la barranquillera Sofía Osío Luna, ganadora de la corona. La creación, según él, fue inspirado en el pez espada. Fue recamado a mano con piedras boreales y doradas, lo cual llevó varias semanas de trabajo en su taller. “Quería reforzar esa distinción, esa clase que identifica a la reina del Atlántico con ese vestido muy sofisticado”.
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¿Por qué el nombre Sofía es en Barranquilla sinónimo de éxito, según algunos entendidos?. El de la nueva Señorita Colombia 2022-23 se suma ahora a los seudónimos de famosas barranquilleras como el de la actriz Sofía Vergara, la cantautora y actriz Sofía Carson y de Sofía Espinosa, directora creativa de una de las marcas de Silvia Tcherassi. “Este es un nombre femenino muy elegante y dulce a la vez que ha sido muy empleado históricamente por la realeza y la aristocracia. Su origen es griego y significa sabiduría literalmente”, dice la teología cristiana.
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Después de más de tres décadas de ser la Joyería Cesáreo de la elaborar la corona, este año el concurso cambió de fabricante y varió un poco en el diseño. La nueva diadema, de exagerado tamaño, es una reinterpretación del escudo de Cartagena en el que figuran dos leones, la cruz del centro con una esmeralda y las olas del mar Caribe que bordean las murallas. Pero además, en homenaje a Gabo por los 40 años de haber recibido el Nobel le fueron plasmadas varias mariposas amarillas por su obra ‘Cien años de Soledad’.