Ruby Jiménez, modista barranquillera. Tiene su taller en el bario Delicias.
Dos costeñas dedicadas a este tradicional oficio aseguran que pese a la comercialización masiva en las grandes superficies y online, la clientela sigue fiel.
Gina De Ávila y Ruby Jiménez de Fernández son dos talentosas costeñas a las que une la pasión por lo que han hecho toda su vida: diseñar y coser ropa sobre medida en talleres domésticos.
Coinciden en que por culpa de la pandemia quedaron de brazos cruzados por cinco meses largos, y apenas en septiembre empezaron a tener un respiro cuando de nuevo la vieja clientela volvió a asomarse a sus negocios.
Hoy, un tanto más aliviadas en lo económico, regresaron a lo de siempre: telas, hilos, botones, cremalleras, metros, tijeras y moldes para plasmar diseños particulares, o los que les ordenan sus clientes, la mayoría de más de 20 años de rigurosa fidelidad.
Con la tecnología y la modernidad propios de estos nuevos tiempos, ambas
pasaron de utilizar los tradicionales figurines (revistas para copiar modas) a recibir los diseños directamente por WhatsApp y redes sociales como Facebook e Instagram.
Gina De Ávila, oriunda de Zambrano (Bolívar), recuerda que tuvo la oportunidad de graduarse en el Sena de Sabanalarga, y que empezó a coser apenas tuvo a su hijo Johnatan De Jesús Díaz de Ávila, hace más de 30 años.
Asegura que le gusta compartir con los clientes en su cuenta de Facebook, las tendencias más recientes de la moda. “Procuro estar al día”, añade desde su taller en el barrio Horizonte del municipio de Soledad.
Por lo general Gina ha trabajado la línea femenina, desde casual hasta la de fiesta, pero también tiene demanda entre los hombres que la buscan para camisas.
“Siempre me ha gustado trabajar sola porque ya conozco al cliente, y cuando está lista la prenda detallo cada aspecto y la ajusto si es necesario. Es mi pasión y lo hago de corazón, no solo por razones monetarias”, agrega Gina, que además tiene el servicio de arreglo de ropa.
Se siente orgullosa porque es de las modistas más cumplidas. “Hay veces que me mandan a hacer de un día para otro, entonces trasnocho o madrugo, pero cumplo”, añade.
Gina lleva una agenda minuciosa de su quehacer, en la que precisa día y hora de recibido el material y la entrega.
Por estos días de calor la buscan para prendas elaboradas en chalis y popelina strecht, porque son telas frescas.
“Cuando no estoy cosiendo me encanta leer y estar atenta a las noticias. Ahí también estoy al día”, dice sin levantarse de su máquina Singer Industrial, con lo que se ha ganado todo lo que tiene a lo largo de 37 años.
Ruby Jiménez de Fernández, barranquillera, criada en Santa Marta, es una reconocida modista que tiene su taller en el barrio Las Delicias.
Ella dice que creció viendo a su mamá Lilia Muñoz de Jiménez entre telas, moldes e hilos, pero solo cuando nació su hija Eliana Paola Fernández Jiménez, se lanzó a confeccionarles sus vestidos.
Fue tanto el éxito que las amigas de Ruby empezaron a encargarles sus diseños hasta lograr reconocimientos que son fieles desde hace más de 25 años.
A Ruby le encanta confeccionar vestidos de fiesta, pero también la línea casual.
Cuenta que antes de la pandemia la habían contratado para diseñar los vestidos para seis matrimonios y cuatro quinceañeros.
Los primeros quedaron aplazados para marzo y abril del 2021, pero los segundos tuvo que hacerlos para los estudios fotográficos que se hicieron las adolescentes.
En el taller que lleva más de 20 años en operación la acompañan en las tareas una prima, otra modista y una cuarta empleada para el planchado de las prendas. Ahora por la crisis solo trabajan ella y su familiar.
“Cuando comienza la temporada de fin de año para mí es la mejor, aunque gracias a Dios tenemos demanda todo el tiempo”, dice.
Por estos días de pandemia ha elaborado talegos y enterizos en telas antifluido, en algodones, driles, viscosas y vértigo, una especie de lino.
También tiene una colega encargada de atender a quienes la buscan para arreglos a la ropa.
Gina y Ruby siguen vigentes, capoteando la crisis del Covid y la competencia de la modernidad. Como quien dice, ¡Todavía tienen mucha tela que cortar!