En mi infancia, las Novenas Navideñas eran un motivo más, para que los niños y jóvenes de la cuadra, que por cierto éramos muchos, nos reuniéramos alrededor del pesebre, rezáramos, cantáramos villancicos, nos abrazáramos, jugáramos, comiéramos y pasáramos un rato cargado de felicidad. Las noches entre el 16 y el 24 de diciembre eran las más esperadas del año.
En mi juventud, la intensidad de los encuentros mermó. Poco a poco la tradición se fue disminuyendo, aunque nunca se perdió, porque siempre hubo por lo menos, una familia que en diciembre hiciera la Novena.
Hoy, con la “nueva normalidad”, reunirse alrededor del pesebre no es para nada recomendable. Lo que más les gusta a los niños de este evento es estar sentados en el suelo, abrazados unos con otros, cantar a todo pulmón los villancicos y después compartir los dulces o bocados, acompañados de los abuelos o los miembros mayores de la familia. La presencia de los abuelos, “adultos mayores”, le imprimen un ambiente mágico.
Hoy las cosas son muy distintas. Niños y adultos mayores son hoy una “bomba de tiempo” en la transmisión del virus que, por cierto, en Barranquilla y el Atlántico, ha tomado fuerza en los últimos días. Y las novenas como las hemos hecho siempre no son recomendables.
Navidad no es tiempo de tristezas, pero en estos momentos es mejor pasar unos días sin tanta alegría, y esperar que, en el 2021, las Navidades y las Novenas tengan el sabor de antaño.
Cuenta la historia que la novena fue originalmente creada por Fray Fernando de Jesús Larrea, franciscano nacido en Quito en 1700, quien después de su ordenación en 1725 fue predicador en Ecuador y Colombia. El frayle la escribió por petición de la fundadora del Colegio de La Enseñanza en Bogotá, doña Clemencia de Jesús Caycedo Vélez y fue publicada originalmente en 1743.
Las novenas, que son una costumbre arraigada en nuestro país, Venezuela y Ecuador, tienen como antecedente las posadas, que son populares en México y Centroamérica.
Las novenas que se rezan alrededor del pesebre, con más de ocho siglos de historia, deben hoy ser virtuales, aunque con ello se pierda el sabor del encuentro, o limitadas al núcleo familiar básico, que no puede pasar de 8 personas. En ellas, la costumbre de compartir de cantar villancicos a todo pulmón, la comida y los abrazos, deben quedar en suspenso, por lo menos por este año.