Personaje / 5 de julio de 2025

Pedro Carlos Lemus: el ‘Oráculo’ anuncia una nueva y potente voz en la literatura del Caribe

Rosario Borrero

El joven escritor barranquillero irrumpió en 2023 en la literatura nacional con ‘Lo llamaré amor’, una novela conmovedora que en su segunda edición ya se lee en toda Latinoamérica, Estados Unidos y España. Este año publicó su segunda obra, un libro de poemas con textos escritos entre 2019 y 2022.

Para la actriz y escritora Margarita Rosa de Francisco, el escritor y editor literario Pedro Carlos Lemus (1995) tiene un “saber virtuoso”, “un talento desconocido que no necesita del lenguaje”, y es que sabe llorar la tristeza de otro, como lo demuestra su novela Lo llamaré amor. La abogada, periodista y escritora cartagenera Margarita García Robayo dice que uno de los grandes méritos de esta novela –y, obvio, del autor—es que sabe encontrar “poesía en el sufrimiento, en la opacidad, en la incomprensión, en la observación melancólica de la ‘plenitud’ fabulada”. Y la escritora, columnista y docente Carolina Sanín, afirma que “esta novela fulgurante es la acción certera del amor mudable”.

Tres opiniones recogidas en la solapa de la obra publicada por Random House en 2023, la ópera prima de este literato barranquillero que entró pisando fuerte a la escena de las letras nacionales, y que en marzo de este año presentó su segunda obra, un libro de poemas llamado Oráculo.

En Lo llamaré amor, el autor se vale de su historia personal para hilar a través de Pedro, su alter ego, (muchas veces entre paréntesis y en tercera persona), una novela que gira en torno al amor incomprendido, idealizado, el que te marca. Y si de niño él idealizaba ese sentimiento a través de las canciones que cantaba a grito herido con su mamá y de los juegos de telenovelas en los que él hacía todos los papeles, y también con el desamor que le rompe el corazón a la madre, ya de adulto lo sufre en carne propia al irse Simón, su gran amor idealizado.

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El niño aprende las canciones de la madre, como ya ha aprendido con ella a leer y a escribir, y antes de esas dos a hablar, y ahora le parece que cantar es mejor que todas. Disfruta alargar algunas sílabas, según lo requiera el ritmo de la canción, como no haría nunca mientras habla y mucho menos mientras lee en voz alta. Tiene la impresión de que las palabras que se acompañan con música llegan respaldadas y es más contundente su mensaje. Si leyera sobre una pena de amor, no le importaría tanto –qué le va a importar, si él no sabe de eso— como cuando la escuchas de la propia voz del afectado. Además, ya conoce la mayoría de las canciones que suenan en la casa, las que más le gustan a la madre, que también son las que más suenan en la emisora de baladas. Entonces puede seguir las letras sin tener que leer —como haría con los libros— y le gusta lucir así de sabio y espontáneo: puede estar haciendo cualquier otra cosa y si la canción suena –y siempre, por fortuna, suenan las mismas canciones en la emisora de Barranquilla—, las letras vendrán a él como si fueran la oración de antes de dormir… (P 26)

El talento literario de Pedro es innato, pero   desde sus primeros años de vida, primero con la sonoridad del Caribe, en particular de la Barranquilla de finales de los 90, con una influencia fuerte de la música balada –esas que cantaba su madre al hacer las tareas del hogar—, pero también de otros géneros tropicales de fuerte arraigo. En su casa no había una gran biblioteca para embeberse en la magia de los libros, pero sí había un gran radio para abstraerse en aquellas canciones que lo elevaban.

“Sabemos que en nuestra experiencia barranquillera uno crece siempre rodeado de música de todo tipo. Yo en Lo llamaré amor me concentré en particular en esa tradición de la balada romántica que allá tienen emisoras como Radio Tiempo o Bésame, que para mí eran como grandes referentes. Pero también hablo de salsa, de vallenato, pues siempre hay una gran influencia de la música todo el tiempo. Y creo que esa fue mi primera relación con los textos. Son canciones, no literatura, pero generaron un gran interés en, por ejemplo, saber qué dicen las canciones y cómo lo dicen; en aprenderme las letras: de hecho, me sé muchas y disfruto cantarlas. No es que yo viviera en una casa particularmente lectora, ni que tuviera una gran biblioteca, pero creo que las canciones fueron mi primer acercamiento a las letras”, dice.

Pero como la literatura llegó a su vida por varios caminos, un segundo nexo tiene que ver con la herencia que le llegó por los genes. Aquel abuelo materno de Baranoa que escribe poesía también tiene mucho que ver con el rumbo literario por el que se decantó, así al comienzo él no fuera muy consciente de ello. “Desde que era niño recuerdo esa figura rara del abuelo que escribía y que me leía los poemas que hacía, pero yo eso no lo tenía tan claro hasta que entré a estudiar literatura y entonces todos dicen: ah, mira, como el abuelo. Eso para mí no estaba tan conectado, pero ahora que hice mi segundo libro y que miro en retrospectiva admito que sí hubo una influencia, al menos al ver a aquel señor que escribía en las hojas de papel que encontraba, y que muchas eran juegos de palabras, o textos que buscaban ser humorísticos o eróticos, y todo eso debió ser importante para mí”.

Lo otro, dice Pedro, es que cuando él empezó a leer, ya como un lector interesado más en la literatura, le interesó mucho lo que estaba asociado a Barranquilla. En el Idphu Campestre, en la vía a Puerto Colombia, donde estudió, le pusieron a leer, como de costumbre, a García Márquez, y descubrió a un autor con una historia cercana a Barranquilla, pero en su nacimiento como lector se acercó a Álvaro Cepeda Samudio y Marvel Moreno, y así llegó al mítico Grupo Barranquilla.

“Fue un descubrimiento importante, porque a la vez que uno lee cosas y pareciera que los libros cuentan historias lejanas, me encontré con gente que había escrito desde Barranquilla y sobre Barranquilla. De alguna manera eso me hizo pensar que yo también podía escribir. Y con todos estos elemento, fue cómo comenzó la cosa”, dice.

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Fui llamado Pedro Carlos y nací en la madrugada de un sábado de noviembre en una ciudad donde el mar y el río se encuentran. Recibí el nombre de mi padre y el nombre del padre de mi madre: fui el punto de encuentro, la desembocadura de los nombres que me antecedieron. (P 94)

Tras graduarse en el programa de Literatura de la Universidad de los Andes, Pedro Carlos se convirtió en un editor literario, primero en la propia universidad y después en Laguna Libros. Esto lo que empezó a alternar con las publicaciones en la revista Arcadia, en las Lecturas Dominicales de El Tiempo, en la desaparecido cuadernillo Latitud de El Heraldo, en Cerosetenta y Universo Centro.

Una cosa llamativa de Lo llamaré amor es el ritmo de la obra y el recurso empleado por el autor para, como en los flashbacks de una película, moverse y dar saltos narrativos sobre el tiempo, para poder así contar el desamor de la madre, narrar la infancia del niño, que es clave para entender la historia, y luego aterrizar en la historia de amor/desamor del Pedro adulto.

“Lo del ritmo de la obra para mí es clave. Estamos acostumbrados en Barranquilla, y yo lo veía en mis tías, a esa cualidad de ser contadores de historias, echadores de cuentos, chismes, historias familiares, de hace un mes o de hace 30 años. Es una manera de saber narrar, de saber mantenerte en una historia y, además, con la virtud de saber contar historias que pueden ser tristes, dolorosas, pero poniéndoles también el humor, o dándoles la vuelta para que no sea solamente una queja o un lamento, y eso creo que yo lo aprendí de ellas (las tías)”, explica.

Sobre su proceso de creación literaria, puntualmente de la filigrana de su primera obra, Pedro cuenta que por experiencia como editor, es muy importante pensar en quién leerá su texto, pues, apunta, no es suficiente contar cosas que nos han pasado, sino que hace falta preguntarse cómo uno puede organizar o narrar el texto, de tal manera que resulte atractivo para alguien, que les haga sentir algo de manera que el lector no pueda parar de leer, que lo conmueva.

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“Yo estaba tratando de escribir otra cosa que no tenía que ver con mi infancia o historia familiar, y de repente se me metió este otro tema y decidí seguir mi intuición. Empecé a escribirlo sin la pretensión de hacer un libro, inicialmente antes de pandemia, pero el primer borrador del grueso del libro lo hice entre 2020 y 2021, cuando estábamos encerrados. No tenía nada qué perder y seguí esa intuición que me llevó a una historia familiar que nunca se me había ocurrido que quería escribir. Entonces empezó a tomar forma de manera orgánica, tanto la historia del niño y de los padres que se separan, como del presente, en la que el narrador es ya un adulto y vive su propia ruptura”.

Teniendo en cuenta que el libro narra aspectos muy íntimos de la vida familiar y de la ruptura de la familia –todo basado en hechos reales, pero, novela al fin y al cabo, con las licencias obvias para que el autor recree esa realidad como se le antoje—, Pedro admite que nunca se detuvo a pensar cómo se leería el libro en su familia. “Si bien veo a mi familia con frecuencia, cuando el libro ya iba avanzado pensaba que, por el entorno en el que me muevo, que solo lo leerían mis amigos en Bogotá, donde vivo hace varios años. Ingenuidad pura, porque al fin y al cabo la más orgullosa en este caso es la familia, que al final lo recibió bien, con mucho orgullo, porque entendió que hay una distancia entre la realidad que uno vive con la historia en la que se convierte”.

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A un signo le había escrito: “Percibes desde la ventana el sonido de los animales que regresan, y mientras amas los regresos, no te decides a volver tú. Pero poder oír la melodía ¿no es haber regresado ya?”

A otro le aconsejé: “Dice alguien en la radio “Llueve otra vez y no estás”, y es verdad que no está nadie –ya casi dejas de estar tú—; el sol brilla, pero no consuela, y piensas que no hay nada más triste que el sol, pero míralo estar solo y resplandeciente, y entonces resplandece tú también.

En la pasada Feria del Libro de Bogotá, el barranquillero Pedro Carlos Lemus presentó su segundo libro, llamado Oráculo, que es el culmen de un trabajo literario que realizó entre 2018 y 2019, que consistía en escribir una suerte de horóscopos literarios que él se inventaba, como lo cuenta en Lo llamaré amor, y que publicaba en algunas revistas de corte cultural y en sus redes sociales. Pero en realidad de astrología no tenía ni idea.

“La primera idea que tuve de hacer un libro, en realidad era como una recopilación de esos horóscopos, haciéndoles un pequeño marco narrativo. Me imaginaba un libro pequeño con textos breves y la historia era de alguien que escribía horóscopos sin saber nada de astrología. Me sentí a hacer ese textos, pero terminé tomando otro camino que desembocó en Lo llamaré amor”, cuenta.

En 2024, cuando había debutado su primer libro, se sentó a revisar sus horóscopos, vio que eran muchos –12 textos en cada publicación— y decidió hacer como un espulgue, una selección, eliminó los signos zodiacales de manera que se pudieran leer como poema, en verso.

“Eran textos muy poéticos –explica—. Tenían ciertas características de la poesía que me interesan: por un lado buscaban la precisión total del lenguaje, pero por el otro tenían cierto misterio. Por eso me dije: qué tal si exploro y los convierto en poemas. Al transformarlos, cambiaron y ganaron mucho, creo yo. Le hablan a quien los lee y son cero predictivos; más bien se mueven entre el consejo, el mensaje, el augurio, pero a la vez muy precisos en el sentido de las palabras, de manera que quien los lea pueda completar ese mensaje”.

El proceso lo hizo con la ayuda de dos editoras para la parte visual, pues el libro viene con unas ilustraciones muy especiales, y dice que al final quedó muy contento pues los textos quedaron como nuevos, pues los trabajó mucho. “Son como mi homenaje a esos horóscopos que publicaba y que me sorprendía que tanta gente leyera”, agrega finalmente.

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