Lo último / 20 de marzo de 2021

Portal de los Dulces, un siglo de tradición y de historias

Patricia Escobar

El emblemático lugar de Cartagena, reconocido por la gran variedad de confituras que se venden allí, es la historia viva de una ciudad que mantiene sus tradiciones, y sitio obligado de visitas de personajes del mundo.

Del Portal de los Esclavos, al Portal de los Dulces de leche, papaya, guayaba, mango y coco y anís.

Pasando la famosa Torre del Reloj en Cartagena está la Plaza de los Coches y allí, entre arcos centenarios, la más grande variedad de dulces producidos por las manos fuertes y amorosas de mujeres negras que desde 1921 encontraron en este oficio el modo para vivir y hacer feliz a la humanidad.

El Portal de los Dulces es un mundo mágico, en una ciudad diversa, desigual, con historias de emancipación, de sufrimientos y superación. Es un sitio que conquistaron mujeres “esclavizadas” cuando comenzaron a vender allí sus dulces a las personas que esperaban los buses para movilizarse.

El sitio, según la historia, fue uno de los lugares donde se vendían esclavos negros en la época de la colonia española. Pero gracias al trabajo de las mujeres que se “apropiaron” de él, se cambiaron las historias de dolor y sufrimiento por las historias de alegrías, caballitos, cocadas, bolitas de tamarindo, dulces de leche, diabolines y otra gran variedad de confituras.

Ellas cambiaron el olor del sudor y las lágrimas de impotencia y rabia por el olor a miel, azúcar, esencias. Y cambiaron el color de lo fúnebre, por la variedad de colores de Caribe representando no solo en sus productos, sino también en sus vestidos.

Cada arcada y cada tablón son testigos de la historia del Corralito de Piedra.

El Portal de los Dulces tan conocido en el mundo como las murallas y las playas de Cartagena no siempre tuvo este nombre. En la época colonial era el Portal del Juez y después, el Portal de los Esclavos. ¡Qué cambio tan radical! Pero también antes de ser El Portal de los Dulces fue El Portal de las Carretas, las cuales se ubicaban frente a los arcos, y de las negras, los mercaderes y de La Yerba, entre otros.

Jorge Sandoval, arquitecto y director de la Fototeca Histórica de Cartagena dice que, sobre las arcadas del sitio por allá en 1920 colgaban cortinas ondulantes que creaban un clima propicio, fresco, sereno, para quienes esperaban los buses que demoraban en llenarse. Sus tripulantes, entre tanto, disfrutaban de los dulces de las abuelas y matronas que fueron legando las recetas secretas de la preparación del cocó, ajonjolí, papaya, tamarindo.

Recorrer ese lugar que han visitado y disfrutado turistas de todos los abolengos del mundo que llegan por cualquier motivo a la capital de Bolívar, es conocer la historia misma de la ciudad, la alegría y la amabilidad de su gente, y el poder de las manos de mujeres que aprendieron de sus madres y abuelas a sacarle jugo a los productos que les brinda el entorno: coco, papaya, piña, tamarindo, entre otros.

El Portal aparece en El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez. Fue refugio contra el sol para Fermina Daza quien quedó encantada del bullicio del lugar donde se destacaban los gritos de quienes ofrecían “cocadas de piña para las niñas, las de coco para los locos, las de panela para Micaela”.

No hay turista que resista la tentación de probar una cocada tradicional.

Sin embargo, no ha sido el único escritor de renombre en fijar sus ojos en ese hermoso lugar. En las crónicas de Daniel Lemaitre, Corralitos de Piedra, hay una alusión a los personajes del Portal de los Dulces. El poeta Luis Carlos López también lo menciona en uno de sus sonetos lo mismo que poeta y novelista Héctor Rojas Herazo.

Y sus imágenes están en los libros de historia, turismo, viajes, y en los archivos de millones de visitantes que llegan a Cartagena y que “obligatoriamente” pasan por el lugar. El expresidente Bil Clinton en el 2002; su esposa Hilary en el 2012; el Príncipe Carlos de Inglaterra en el 2014; presidentes, actores, intelectuales, investigadores de renombre también han recorrido el callejón “congestionando” los ojos con la gran oferta; afinando sus oídos con las historias interminables que allí se cuentan, y deleitando el paladar  con los manjares que allí se compran.

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