Padre Jaime Marenco Martínez
Columnista / 4 de septiembre de 2021

¿Reactivación? ¡Sí, reactivación de corazón!

Después de vivir casi dos años con tantas limitaciones por causa de ese virus que no quiero ni mencionar, hoy, en todos los ámbitos del país y del mundo, se habla de “reactivación”, insistiendo en la necesidad de convivir con esta pandemia que no pasará tan rápido como lo deseamos.

Se habla de reactivación económica, deportiva, escolar, universitaria, de espacios sociales… En la Iglesia también hablamos de una “reactivación pastoral”, la cual va más allá de abrir los templos que, cabe recordar, estuvieron cerrados por más de 7 meses el año pasado.

Así, como Iglesia, nos corresponde suscitar en los fieles el anhelo de regresar a la Eucaristía presencial, procurando que la virtualidad no opaque la alegría del encuentro comunitario y, a la vez, evitando que se pierda el ingreso necesario que hemos hecho al mundo de la tecnología. También, con los debidos cuidados, retomar las visitas a enfermos y ancianos en sus casas, para que sientan el consuelo de Dios y valoren la vida como don sagrado. Asimismo, animar la caridad para que sea vivida más cerca de los que poco o nada tienen… En fin, la reactivación nos incumbe a todos.  

¡No podemos quedarnos paralizados! La vida continúa y debemos caminarla con actitud nueva e ideales nobles que tiendan a la solidaridad, la justicia, la reconciliación y la paz. Se irán quedando en la retaguardia de esta marcha, que tiene como consigna “el bien común”, todos aquellos que no superen el miedo, la incertidumbre, el egoísmo, el pesimismo, los deseos de venganza, la envidia, el rencor.

Soy un convencido de que no hay reactivación efectiva si ésta no inicia en el corazón de cada persona. Si no asumimos, corresponsablemente, el momento histórico que vivimos, no avanzaremos por verdaderos caminos de salud, bienestar y prosperidad para todos. La situación que vivimos no admite cuestionamientos desobligantes como los de Caín: “¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano?” (Génesis 4,9) En realidad eso es lo que debemos ser: guardianes de nuestros hermanos, guardianes del bienestar integral del prójimo.

Aprovechemos este tiempo de pandemia para cambiar, para desterrar de nuestra vida todo aquello que nos distancia de Dios y de quienes nos rodean; descubramos las bondades de este tiempo especial que vivimos, caminándolo de la mano de Aquel que nos creó para ser felices y vivir eternamente. El cambio empieza en cada uno de nosotros cuando decidimos enrutar coherentemente nuestros pensamientos, sentimientos, palabras y actitudes, y permitimos que la Luz Divina ilumine el sendero incierto.

Crezcamos en el amor, la fe, la solidaridad y el compromiso personal con Dios y con nuestros semejantes, para que los procesos de reactivación sean el inicio de una mejor vida para ti, para mí, para nuestras familias y la humanidad.

Cierro estas líneas con palabras del apóstol Pablo: “No se acomoden al mundo presente, antes bien, transfórmense mediante la renovación de su mente, de forma que puedan distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto”. (Carta a los Romanos 12, 2) Delegado de Catedratón–Arquidiócesis de Barranquilla

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