Ruth Better y Adriana Záccaro son viudas y llevan una amistad de toda una vida.
A propósito del mes del Amor y Amistad conversamos con dos abuelitas, que además de ser amigas durante 73 años, tienen el privilegio de recordar con admirable lucidez detalles de los momentos de juventud que han vivido juntas.
Dicen que las verdaderas amistades perduran en el tiempo, que no importa la distancia ni las circunstancias, y que no hace falta verse todos los días ni con cierta frecuencia para manifestarse los sentimientos de aprecio que puede nacer, crecer y cultivarse entre dos o más personas.
Intentar aproximarse a una definición de lo que es la amistad nos lleva a varios términos que deben considerarse, como lealtad, respeto, agradecimiento, confianza y sacrificio, por mencionar algunos.
Tuvimos la oportunidad de dialogar con dos abuelitas que han vivido la experiencia de la amistad desde su niñez hasta la presente cuando ambas han alcanzado la dorada edad que sobrepasa los 80 años.
EN LOS AÑOS 40
Ruth Better Vda. de Marenco y Adriana Záccaro Vda. de Ortiz se conocieron cuando ambas estudiaban primaria en el antiguo Colegio Complementario Antonia Santos, corrían los últimos años de la década de los 40. Culminaros sus estudios de primaria, pero no pudieron ingresar juntas al bachillerato porque Adriana optó por el matrimonio siendo muy joven, tocándole a Ruth llegar sola al Colegio Barranquilla para Señoritas donde cursó hasta segundo de bachillerato porque, según cuenta, en ese entonces a las mujeres de la familia no les permitían ir al colegio a determinada edad.
Adriana se casó con un ciudadano venezolano, con quien viajaba frecuentemente al vecino país, pero esos viajes y la lejanía, que en ocasiones se extendía por meses y años, no fueron motivos para dejar marchitar su amistad Ruth.
Aseguran que sus almas son como gemelas porque ha habido muchos momentos en que coinciden con situaciones que muy similares, relacionadas con la salud y las familias. Ambas aprendieron la modistería, Ruth se dedicó a ese oficio, y aunque Adriana no lo explotó igual que su amiga, si se defiende en el oficio de costurera.
Ruth tiene 93 años de edad y Adriana 89. Sus esposos, Gilberto Marenco y Domingo Ortiz, respectivamente, llegaron a ser tan amigos como sus mujeres lo fueron entre ellas. Cada una fue la madrina del matrimonio de la otra, ambas tuvieron seis hijos, Adriana tuvo cuatro mujeres y dos varones, mientras que Ruth trajo al mundo cuatro varones y dos mujeres. Los hijos primogénitos de cada matrimonio son ahijados del otro. Ruth tuvo 15 nietos y 13 biznietos mientras Adriana tuvo 14 nietos y 17 biznietos.
“Nuestros esposos siempre vieron con buenos ojos que esa amistad entre nosotros se mantuvieran y así llegaron ellos a ser también grandes amigos”, afirma doña Adriana, quien dialogó con nosotros desde la ciudad de Maracaibo, donde disfruta de una temporada con varios de sus hijos, nietos y biznietos.
Ruth afirma que siempre sus vidas han ido a la par la una de la otra, y que lo que le sucedía a la una también le pasaba a la otra. “Somos como hermanas porque lo que ella le pasa yo lo presiento y a ella le pasa igual cuando a mí me pasa algo”, afirmó.
TAMBIÉN SUS HIJOS
Cuenta Ruth que aunque su esposo era algo complicado para las relaciones hizo buena mella con el esposo de Adriana lo que permitió que la relación de amistad se afianzara hasta el punto que los hijos de ambas parejas mantienen una relación tan estrecha como si fueran de la misma familia.
Al llegar la siguiente generación, la de los nietos, las cambiaron porque ya las familias se han dispersado por el mundo y la relación entre ellos no es tan estrecha como las de sus padres, tíos y abuelos.
“Nuestros esposos siempre hacían planes juntos, salíamos de paseo, a comer o a visitarnos. Cuando ellos se iban para Venezuela que regresaban a saludar a sus familiares, siempre venías donde nosotros, nos traían regalos y nosotros les teníamos regalos a ellos para cuando se regresaran”, sostiene Ruth.
Los padres de Ruth eran demasiado estrictos y no le permitían tener amistades, así que la única amiga de ha tenido en la vida es Adriana y luego el esposo de esta. “Es una amistad que nunca se ha quebrantado, por nada en la vida. Nunca hemos tenido discusiones ni problemas por alguna cosa. Sus hijos me adoran y los míos la adoran a ella”.
Se vieron hace poco, antes de que Adriana viajara a Venezuela, ese día se hicieron una fotografía que le causó sentimientos de gratitud a uno de los hijos de Adriana cuando la vio publicada “Él me dijo: ‘mami me has hecho derramar lágrimas con esa foto de ver que a pesar de los años ustedes siguen conservando esa amistad tan bonita’. También tengo una foto donde mi esposo Domingo con Gilberto, el esposo de ella, se estrechan las manos como sellando esa amistad”
Ambas coinciden en afirmar que las amistades de ahora no son lo mismo que antes. “Ya no existen, es como si te quitaras un vestido para ponerte uno nuevo”, subraya Adriana.
“Yo les dio a mis biznietos que cuiden sus amistades y las relaciones de pareja, y que tenga en cuenta que las mujeres son las llamadas a conservar los hogares, porque la mujer que cree que el hombre es para ella sola se equivoca”, apunta Ruth.
EN UN LIBRO
Lo más admirable de estas mujeres es la lucidez mental con la recuerdan cada detalle, y ese privilegio va más allá de la conversación porque Adriana ha comenzado a escribir un libro en el que cuenta todas esas vivencias y las cosas vividas a lo largo de su vida, su relación con su esposo, la llegada de sus hijos, nietos, biznietos, todo acompañado de detalles, momentos fechas recordadas con tal precisión que hasta sus nietos envidian.