Wilson García
Columnista / 25 de septiembre de 2021

Yo aquí y tú allá

Y de repente, sin entender cómo… me han impedido acercarme, tocarte, abrazarte, compartir juntos, verte de frente, oírte de cerca, sentir el tono de tu voz, recibir el halo de tu humor.

También te lo han impuesto a ti, una declaración global de enfermedad nos confinó y de un momento a otro me ha dejado a mi aquí y a ti allá.

Yo aquí y tú allá… Qué determina la distancia … poner mar y tierra entre los dos, no hablar nos y acusar a la incomunicación o no recordar nos e invocar al olvido. Distanciado, incomunicado, olvidado. así nos atrapa, revuelca y estremece un microorganismo invasor contaminante, invisible y virulento que se transmite y transmuta tan pegajosamente cómo el bostezo del hambriento.

Nos exigen distanciamiento social, apartarnos los unos de los otros…

La primera separación es cuando nos cortan el cordón umbilical, y con un grito silente de tonos ahogados protestamos porque hemos sido retirados de un vientre acogedor y protector.

La segunda separación es cuando nos dejan de amamantar. La tercera cuando nos ponen bajo el cuidado de otros, y la cuarta es la del alejamiento de la vida, morir.

Con el tiempo entenderemos que no podremos ser alimentados siempre a través de un cordón, y que a partir de ahí seremos responsables de la emoción.

El abandono, qué es el abandono… Ahora estoy obligado a ponerme atención, a buscar el amor, a sentir el temor, a oírme sin interrumpirme, a cuidar de mi mismo pensando en los demás.

Han encerrado al mundo, han detenido el agite. Y yo hierático, incrédulo, confundido y conmovido me apego a la ventana de mi confinamiento para respirar, exhalar y desahogar, para escuchar el silencio mundial, para aclamar compasión universal.

A través del ventanal se siente la incomodidad del ser, el estremecimiento del espíritu y el desconcierto.

Busco en los otros ese mismo sentir para consuelo propio y me adentro en los encierros de los otros, en su estado de soledad, en su cotidianidad personal … para acoplar, para entender, para constatar que lo mismo que me está pasando a mi le pasa a los demás, para asimilar estos días sin decir “me morí”

La muerte ronda y no sé que hacer. ¿Esto que me está pasando les pasa a todos?

Busco a los demás para saberlo… Los quiero ver, los quiero sentir, les quiero hablar. Los veo en sus moradas transparentados, vidriosos, y me detengo en sus gestos, sus modos de actuar su accionar, su intimidad, su expresividad, su hábitat…

Tengo tiempo de mirar, de observar de detallar, primero oteo, luego atisbo, y termino viendo avistando con detalle, leyendo gestos de otros. Invadiendo con mi vista la intimidad vecina.

Me convierto en voyerista de sus vidas, comparando la mía, buscando empatía. Un fallo de salud nos cambia la vida nos impone la lejanía física, pero la fuerza interna no se deja… no nos dejamos encerrar la mente… no nos dejamos reprimir el sentir…

En esta silente reclusión es cuando más siento el amor, amor por los que nos cuidan, amor por los que trabajan, amor por los que nos aman, amor por los que creen y crean, amor por la vida… y de ese amor emerge el dolor, un dolor intangible, inconcebible, invisible, que necesita reparación cuando se instala en el corazón.

Vivimos una época de dolor mundial que transforma el sentir individual… A donde va mi sentir… si lo que antes viví ya no se puede vivir… Oigo mucho sobre el morir para revivir, pero no vislumbro el vivir sin tu sentir. Ver a los demás sufrir no me hace vivir, ver a los demás luchar por existir me conmueve y remueve, me da una razón para estar aquí paciente, doliente, resiliente.

Yo aquí y tú allá…

Esa es la nueva condición humana…

Nada mas inhumano que el alejamiento, que la represión del ser, que la prohibición de funcionamiento, que la instalación de normas que nos dejan sin sentimientos.

Vivimos porque sentimos, y sentimos porque amamos… No hay que confundir la norma para la convivencia con la ley de la vida, y es ley de vida vivir y dejar vivir, ser y dejar ser. (@eldelteatro)

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