A su arribo al aeropuerto de Barranquilla, el rey Felipe VI llegó con saco y corbata, que al día siguiente cambió para verse más caribeño.
“Donde voy me gusta probar los platos tradicionales”, le dijo al encargado del menú caribeño, el chef Alex Quessep , quien emocionado contó que el monarca “!se comió todo!”.
Con su 1,97 de estatura y atractivo físico, la figura del rey Felipe VI bien podría competir con la de un galán de telenovela o un top model, pero, independientemente de no tener vocación para ninguna de las dos actividades, su alta posición en la realeza española tampoco le permite tener la libertad de vestirse estridente y mucho menos figurar como actor.
Se ha distinguido por su sobriedad y elegancia, le gusta mantener un perfil bajo en el vestir que en querer ser un icono de tendencias. Sin embargo, por su estilo y porte (que según los conocedores transmite seriedad y confianza) las revistas han ilustrado sus portadas con fotografías del monarca de 53 años, que esta semana realizó una rauda visita a Barranquilla asistiendo al Congreso Mundial de Juristas.
La presencia del rey en la tierra de Shakira causó revuelo en la ciudad, donde vino por primera vez para participar en dicho congreso que reunió a profesionales de la justicia de varios países, así como también jefes de Estados, embajadores, ministros y líderes mundiales.
Se robó todas las miradas. Los asistentes a los actos, a los cuales asistió el esposo de la princesa Letizia Ortiz, querían tomarse fotos. Algunos lo lograron violando el protocolo, pero otros se quedaron con la satisfacción de conocerlo a la distancia.
Llegó el miércoles al aeropuerto con saco y corbata, que cambió al día siguiente por una guayabera azul celeste (su color preferido) de mangas largas y cuatro bolsillos, para el almuerzo ofrecido en su honor.
En el Cubo de Cristal, situado en la Plaza de la Paz, contiguo a la Casa Catinchi, donde se hospedó el ilustre visitante, se llevó a cabo el almuerzo de bienvenida. Allí fue recibido por un grupo de cantadoras moviendo suavemente sus vestidos blancos de bullerengue. No hubo matices de Carnaval, ni siquiera en la decoración del Cubo que estuvo a cargo de Carmen Helena Pérez. Predominaron los adornos elaborados en tejidos y fibras por artesanos del Atlántico para mostrar que Colombia es “un país hecho a mano”.
La mesa principal, encabezada por Felipe VI y el presidente Iván Duque, la ocuparon 25 personas, mientras que en el resto del salón fueron dispuestas varias mesas de 6 puestos cada una para los demás invitados, muchos llegados de Bogotá.
Antes de sentarse a manteles, tanto Su Majestad como el resto de invitados se refrescaron con un jugo de corozo y probaron frutos secos y frutas deshidratadas que hizo especialmente el chef Alex Quessep, quien se encargó del menú que escogió la Casa Real Española.
“Yo envié tres menús, uno a base de pescado, otros de carne de res y cerdo. La Cancillería escogió el primero. No tuve necesidad de rebuscarme para proponer los platos, hice un menú fresco y muy caribeño”, explicó Quessep. “Fue un róbalo con piel bañado en salsa de coro y coronado con una pava de ají”. Así le dicen los de Sucre al ají dulce machacado con cebollas finamente picadas, entre otros ingredientes.
Sin el protocolo y seguridad que ameritan los alimentos que se les ofrecen a los Jefes de Estado en cualquier país que visitan, trabajó el chef sucreño. “Me dieron voto de confianza”, dice, refiriéndose a que ninguno de la Cancillería le pidió probarlo antes.
Los encargados de la visita fueron muy enfáticos en el tema del café. “Querían que fuera orgánico, y qué mejor que el Isabelita, que es de la Sierra Nevada de Santa Marta. Su misma dueña se encargó de servirlo”.
La satisfacción que le queda a Quessep es que el rey “¡se comió todo!”. Y al final del almuerzo se acercó discretamente a la mesa principal, siguiendo el protocolo de la Cancillería, para saludar a Su Majestad, quien lo felicitó y le dijo: “donde voy, me gusta probar los sabores tradicionales”.
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