Expertos explican cómo esta concepto japonés ha cambiado la forma de ver la vida de muchas personas y las razones por las que las empresas la están empleando entre sus colaboradores.
Todos nacemos con un propósito en la vida, al menos eso es lo que nos han enseñado desde pequeños. Pero, ¿cómo identificar ese objetivo que tenemos en el mundo? ¿Cómo saber cuál es nuestra misión?
Hay quienes dicen que esto ya viene marcado en nuestro ADN, y hay quienes opinan que este puede ir cambiado a medida que vamos madurando. Existe un concepto japonés llamado Ikigai, que se compone de las palabras “iki” que significa vida y “gai” que es merecer la pena. El escritor español Francesc Miralles explica que en términos literales se puede entender como el sentido de la vida.
Miralles se ha destacado como un experto en temas de desarrollo personal y también es reconocido por escribir el libro Ikigai: los secretos de Japón para una vida larga y feliz. Ha dedicado gran parte de su vida a estudiar el sentido de la vida y se ha encontrado, según él, con descubrimientos reveladores.
“Hay personas que ya nacen con su ikigai. Uno lo descubre porque desde muy pequeños tienen claro cuál es su propósito en la vida. De repente te encuentras con un niño que te dice que quiere ser médico, bombero, cura o periodista y lo logra. Aunque lo normal es que sea un proceso de búsqueda”, afirma.
¿Y SI NO TENGO UN PROPÓSITO?
Con lo anterior se refiere a que en la vida se pueden identificar varios propósitos. De acuerdo con lo explicado por Miralles se puede llegar a tener un ikigai hasta los 30 años y después empezar con otro.
“Puedes entrar a la universidad con un objetivo y salir de ella con otro. En este proceso puedes llegar a iluminarte y te das cuenta de que el mundo necesita algo de ti. En ese sentido, el Ikigai es esa pasión o talento que descubres dentro de ti y es útil para la comunidad siendo un motor para tu vida (…) en muchas personas termina siendo su profesión”, explica.
En estas épocas en las que se habla mucho de salud mental, hay quienes creen que no tienen un propósito y llegan a argumentar que su vida no tiene ningún sentido. De acuerdo con Miralles esto tiene una respuesta y es mirar en el pasado.
“Hay que analizar eso que querías ser cuando eras apenas un niño. Ese ejercicio te puede llevar a recuperar esa esencia y recuperar ese espíritu espontáneo que tal vez has perdido ahora”.
Bajo ese entendido, la guía y motivadora Galu Serna complementa con que el propósito se puede llegar a encontrar en cualquier momento de la vida. Lo dice con conocimiento de causa, pues según ella, encontró el suyo a los 50 años, después de haber atravesado una profunda quiebra.
“Yo no sabía qué hacer con mi vida. Desayunaba y quedaba libre. Los clamores del alma cuando no encuentras un propósito de vida se traducen en tristeza, ira, enfermedad (…) yo pasé por eso y mi familia siempre me veía quejándome, tuve ataques de ansiedad porque no sabía cómo recomenzar y me sentía vieja”.
¿EN QUÉ SOMOS BUENOS?
Fue precisamente cuando entendió que no podía estar atada a lo que no logró que pudo “resurgir de las cenizas”. “Encontré nuevos sueños después de los 50. Cuando pude entender que no podía atarme a esas situaciones me enfoqué en los problemas reales que podía resolver y poco a poco las cosas empezaron a cambiar. Entonces entendí que mi ikigai había cambiado”.
Bajo ese sentido hay un punto en el que convergen los dos y es empezar a analizar lo que se ama, en lo que se es bueno, las habilidades por las que te pueden pagar, aquello que necesita el mundo. Llenando todo ese esquema se encontrará esa “razón de ser”.
Curiosamente este concepto ya ha trascendido de lo personal y ahora también se implementa en las empresas.
Hay un concepto que aplica el empresario y productor audiovisual Juan Pablo Gaviria y es que cuando se es bueno en algo, se ama y se ayuda a transformar la vida de los demás, el dinero llegará. “Cualquier compañía está dispuesta a contratar a personas así. A veces olvidamos qué es lo que el mundo necesita y nos encontramos con vacíos porque no hemos hallado eso en lo que somos buenos”, señala.
Además asegura que identificar el ikigai también amerita un proceso de cambio por lo que se debe superar la aversión.