Dolce vita / 3 de diciembre de 2022

El poder y la magia de encender velas

Rosario Borrero

A propósito del 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción, son muchos hogares que iluminan las puertas de sus casas para honrar a la virgen.

Cada ocho de diciembre en la noche o al amanecer, la mayoría de los hogares colombianos llenan de luz los frentes de sus casas. Millones de velitas son encendidas en pueblos y ciudades para celebrar la fiesta de la Inmaculada Concepción, como preámbulo de la Navidad.

Según la historia, el 8 de diciembre de 1854 fue proclamado por el Papa Pío IX en la Bula (conocido como un documento pontificio) Ineffabilis Deus, fue el día en que confirmó que el hijo de Dios fue concebido sin pecado y por obra del Espíritu Santo, entonces creyentes de varias partes del mundo encendieron velas para celebrar el momento y, desde entonces, se ha mantenido la tradición de iluminar esa noche decembrina.

Cuentan los conocedores que las velas fueron inventadas, entre los siglos XIII y XIV a.C. por los egipcios, quienes las hacían con ramas embarradas con sebo de bueyes o corderos.

Tiempo después comenzaron a fabricarse en la Edad Media con sebo y cera de abeja. Éstos fueron los únicos materiales que se utilizaron, hasta que en el siglo XVIII empezó a emplearse esperma de ballena. Con él podían hacerse velas más luminosas y sin olor desagradable.

Fue hasta 1850, a partir del descubrimiento del petróleo, cuando se inició la fabricación con parafina. Ahora la mayoría de las velas están hechas con este tipo de cera.

Como se sabe, las velas están presentes en todas las religiones.

Porque son fuente de iluminación, evocan espiritualidad y paz donde quiera que haya una encendida, como al momento de meditar, porque permite abrir canales de percepción.

Son receptoras simbólicas, de los pedidos que cada persona o comunidad realice de acuerdo a su fe y creencias.

En las iglesias o en los hogares encendemos velas ante una imagen sagrada porque la luz significa nuestra oración, que se ofrece con fe, para ser iluminados por Dios.

En la religión judía, para celebrar el comienzo del Shabat, o la Fiesta de Janucá, la Fiesta de las Luces, cada noche durante ocho días consecutivos se enciende una vela que conmemora la consagración de un nuevo altar en el templo de Jerusalén después de la libertad conquistada por los invasores helénicos. Aun así, los judíos tienen la costumbre de encender una vela que dura 24 horas para recordar el aniversario de la muerte de un ser querido.

Por otro lado, como potentes ofrendas, las velas poseen distintas propiedades de acuerdo a sus colores. 

Las velas blancas, por ejemplo, simbolizan la pureza y sirven para incrementar lo que es la fuerza del espíritu. Algunas, además de iluminar, aromatizan y adornan.

Otro ejemplo, de las velas encendidas es en los velorios, como símbolo de las almas de los difuntos que van a encontrar el camino hacia la luz y el descanso junto al dios Sol.

En otras palabras es el más espiritual de los elementos.

Por eso, el Día de la Inmaculada Concepción las velitas y faroles de todos los colores y diseños, llenan de magia esa noche.

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