Como la mayoría, en este centro comercial han tenido que cubrir con madera sus vitrinas de vidrio para evitar ser destruidas por los vándalos que participan en las protestas.
Recorrer varios sectores de la capital del Atlántico en estos días de gran incertidumbre es encontrarse con una ciudad que, en “su estética”, se asemeja más a una urbe abandonada por culpa de una guerra.
Los grandes ventanales de vidrio protegidos con láminas de madera, con estibas o trincheras de zinc no solo afean la ciudad que en los últimos años se preocupó por lucir bonita, si no que muestran que volvimos a la etapa de terror e inseguridad que en la década de los 80 acabó con los espacios abiertos y convirtió nuestras viviendas en una especie de jaulas por culpa de las rejas de todas las formas y colores que se colocaron entre la línea del sardinel y los antejardines.
Barranquilla nació como un poblado abierto y hace 100 años. Uno de sus barrios, El Prado, se convirtió, en el primer barrio “privado” diseñado y construido teniendo en cuenta todas las normas de urbanismo de la época y pensando en el futuro. No sólo eran casonas, muchas de ellas, en píe a pesar del paso de los años, sino también sus amplios antejardines que ofrecían un espacio verde, frescor, y una sensación de apertura, tranquilidad y libertad.
Más grandes o más pequeños, el ejemplo, en cuanto a los antejardines, se fue replicando a lo largo y ancho de la urbe. Fueron los antejardines, los ‘clubes sociales’ de la juventud de la época. Las imágenes dan fe de eso, como también la dan algunas de las viviendas hoy, a pesar de los cambios.
Además de El Prado, Bellavista, Recreo, Boston y Las Delicias fueron barrios que crecieron manteniendo esos antejardines y esa sensación de libertad.
A principios de los 80, la cara de Barranquilla comenzó a cambiar debido a la bonanza marimbera. Se consolidaron grandes barrios caracterizados por viviendas amplias, con antejardines y con un elemento que comenzó a marcar límites: las rejas. La ciudad abierta se convirtió en una ciudad enrejada, no sólo en los barrios donde vivían los nuevos ricos, sino en muchos sectores que se consideraban vulnerables o expuestos a “las balaceras” y disputas entre bandas que comercializaban la yerba.
El miedo y la necesidad de protección “atrincheró” a los habitantes de esta urbe. A principio de los 2000, los fabricantes de rejas “ornamentales” se convirtieron en negociantes prósperos. La demanda por fabricación de estas estructuras externas aumentó en forma exponencial. Los barrios, La Magdalena y Paraíso fueron los primeros en entrar en esa “moda” junto al que se conoció como “La alta Guajira”. Pero la tendencia se regó con toda la ciudad y hoy, prácticamente no hay un barrio donde esos “feos” elementos no estén presentes. Lo más grave es que con el paso de los días, además de rejas muchos comenzaron a colocar alambres electrificados, muy similares a los que se ven en las cárceles.
Aunque desagradándonos, la mayoría de los barranquilleros comenzamos a aceptar las rejas como parte del paisaje natural de la ciudad, que obviamente, muestra que no es una ciudad segura. Pero ahora, en los últimos 15 días, el decorado, especialmente para las zonas comerciales ha cambiado y de qué manera.
Las grandes ventanas y puertas de vidrio han sido “forradas” por listones y láminas de madera de una forma que no deja ver nada de lo que hay en su interior y que además de “medio proteger” los vidrios y locales de los vándalos que se han adueñado de las calles, afean terriblemente la ciudad.
Los alrededores de la Plaza de la Paz, la calles 72, 79, 84, los alrededores del Romelio Martínez y varios sectores en el centro de la ciudad hoy están “protegidos” con láminas que ajustan a los bordes de ventanas y puertas para proteger los vidrios. La “idea” comenzó a desarrollarla el sector bancario que fue el primer objetivo de las protestas violentas, y ahora se extiende a todo tipo de negocios y hasta viviendas.
Ese “blindaje” que, no es una protección total segura, ahuyenta, además, a los posibles clientes que no ven qué se ofrece, que sienten temor de ingresar, y que está a expensas de sentir o vivir “malas experiencias”.
Y el blindaje parece tan necesario que, en la jornada violenta del pasado jueves, en una cuadra, solo un local comercial que no estaba “forrado” fue totalmente desvalijado por los vándalos. El resto, recibió distintas afectaciones.