Nuestra Gente / 23 de enero de 2021

“Eduqué a mis hijos con mi trabajo de valet parking”

Jaime Pedraza Morris, magangueleño, lleva 40 años al servicio de Jardines de Confucio.

Miredvista.co

Jaime Enrique Pedraza, uno de los pioneros de este oficio en Barranquilla, lleva 40 años «en pie de lucha» al servicio de Jardines de Confucio.

La familia Pedraza Rodríguez en pleno.

El próximo 21 de marzo cumplirá 66 años de edad, y en junio, 40 años como valet parking de uno de los más importantes y tradicionales restaurantes de comida china en Barranquilla: Jardines de Confucio.

Es el magangueleño Jaime Enrique Pedraza Morris, quien se siente orgulloso de haberle dado educación a sus cuatro hijos con el fruto de su trabajo.

Hace tres años debió retirarse a disfrutar su pensión, pero por solicitud de don Carlos Wong, propietario de Confucio, siguió al frente del cargo en reconocimiento al oficio que ejerce con disciplina y entrega, como él mismo asegura.

Cuando el cliente llega a Jardines de Confucio con el primero que se encuentra es con Jaime, quien con una enorme sonrisa y mucho respeto le da la bienvenida, y le ofrece sus servicios para parquear el vehículo.

Pero de unos años para acá, y más aún con la pandemia de Covid-19, Pedraza les ofrece, además, la posibilidad de que le envíen un mensaje de Whatsapp con el pedido y así, cuando lleguen a recogerlo, no tengan que tardar mucho tiempo.

Hace cuatro años se pensionó, pero siguió trabajando a petición de sus patrones.

“Como ya me conocen de años les pregunto si pagan con tarjeta o débito, entonces les tengo listos el datafono o las vueltas, y la persona se va feliz y satisfecha”, explica.

Cuando habla sus inicios recuerda a don Carlos Wong, quien al contratarlo le preguntó si sabía conducir, a lo que Jaime respondió que sí.

“Le dije una mentira, pero no podía desaprovechar esa oportunidad porque estaba sin trabajo, y ya había nacido mi primer hijo”, manifiesta.

De manera hábil y con mucha dedicación, en la primera semana de labores Jaime ya sabía de los cambios de acuerdo con el modelo de automóvil, y aprendió también a manejar motocicletas.

Como valet-parking, oficio del que asegura fue pionero en Barranquilla, ha conocido a muchísima gente.

Recuerda con nostalgia a los ‘gringos’ de la empresa norteamericana Morrison K-Nudsen, encargados en los años 70 de construir el complejo minero El Cerrejón, quienes lo recompensaban con jugosas propinas en dólares.

Y entre risas rememora la época de la bonanza marimbera, también en la década de los 70, cuando los clientes llegaban con fajos de billetes e igualmente le entregaban generosas propinas.

“Como ya me conocen de años les pregunto si pagan con tarjeta o débito, entonces les tengo listos el datafono o las vueltas, y la persona se va feliz y satisfecha”, explica.

Cuando habla sus inicios recuerda a don Carlos Wong, quien al contratarlo le preguntó si sabía conducir, a lo que Jaime respondió que sí.

“Le dije una mentira, pero no podía desaprovechar esa oportunidad porque estaba sin trabajo, y ya había nacido mi primer hijo”, manifiesta.

De manera hábil y con mucha dedicación, en la primera semana de labores Jaime ya sabía de los cambios de acuerdo con el modelo de automóvil, y aprendió también a manejar motocicletas.

Como valet-parking, oficio del que asegura fue pionero en Barranquilla, ha conocido a muchísima gente.

Recuerda con nostalgia a los ‘gringos’ de la empresa norteamericana Morrison K-Nudsen, encargados en los años 70 de construir el complejo minero El Cerrejón, quienes lo recompensaban con jugosas propinas en dólares.

Y entre risas rememora la época de la bonanza marimbera, también en la década de los 70, cuando los clientes llegaban con fajos de billetes e igualmente le entregaban generosas propinas.

“Todo eso sirvió para ahorrar y darles educación a mis hijos”, añade.

«Hay que amar lo que uno hace, si no, las cosas no salen bien»

Jaime Pedraza Morris

Cuando le preguntamos sobre el secreto del éxito de su trabajo responde que la clave es la buena atención, la amabilidad, estar siempre sonriente y aprenderse el nombre de los clientes.

“Hay que ser sencillo, hablar bien y ser prudente, por mucha confianza que le den las personas”, agrega.

Jaime está casado con la cesarense Libia Rodríguez, con quien tuvo cuatro hijos: Julio Enrique (suboficial de la Policía), Jaime Luis (árbitro profesional y profesor de educación física), Richard (maestro de una escuela de conducción) y Paola Rosa (licenciada de Idiomas del Colombo-Americano y Uniatlántico.

“Aquí empecé el 4 de junio de 1981, cuando Jardines de Confucio abrió sus puertas”, recuerda con orgullo Jaime, quien no se cansa de agradecer al señor Carlos Wong, y repetir que la oportunidad laboral se le dio  la mañana en que se arrodilló ante el Señor de los Milagros en la Iglesia de San Nicolás.

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