Nuestra Gente / 11 de diciembre de 2021

El Papá Noel venezolano que aterrizó en Barranquilla por la crisis de su país

Alix López

Rubén Darío Pérez llegó hace tres años a visitar a su hijo de 9 y desde entonces se quedó en la ciudad. Por estos días se gana la vida con su traje rojo, pero en el resto del año vende dulces y cigarrillos.

Rubén Darío Pérez, Papá Noel, posa junto a un niño barranquillero.

Este Papá Noel no viaja en trineo desde el Polo Norte para entregar regalos en la noche de Navidad sino que aterrizó en Barranquilla atravesando una de las tantas trochas que usan sus compatriotas venezolanos para buscar un mejor futuro en Colombia y otras naciones a las que han migrado.

Rubén Darío Pérez Piña, como es el nombre de nuestro personaje, nació hace 59 años en su natal Caracas y desde hace tres reside en nuestra ciudad para tratar de mejorar los ingresos que no tenía en el país vecino, como lo han hecho miles de familias.

A la capital del Atlántico llegó hace tres años a visitar a su hijo de 9 años quien vive con su mamá. Desde entonces sobrevive con la venta de dulces, cigarrillos y chimó, un tabaco tradicional que se consume en ciudades como Táchira, Mérida, Trujillo, Barinas, Cojedes, Portuguesa, Apure, Lara y Yaracuy.

Cuenta que a diario se ubica por los alrededores de Metrocentro en donde ya lo conocen y tiene su clientela fija, pero que por estos días de diciembre se gana la vida llevando alegría a los niños que visitan la Plaza de la Paz, frente a la Catedral Metropolitana de Barranquilla a cambio de unas monedas.

En entrevista con MIREDVISTA, Pérez narró que la idea de personificar al hombre regordete y bonachón la venía dando vueltas en la cabeza impulsado por un amigo, lo que no le parecía tan descabellado teniendo en cuenta su estatura de 1,75 metros, tez blanca, y barba poblada.

«Feliz Navidad. Le agradezco la colaboración para el Polo Norte», pide.

Ya decidido, prestó los 115.000 pesos que invirtió en la tela de gamuza, piel de oveja y los rellenos que usó para abultar el abdomen.

Este caraqueño de padres españoles dijo que habló con una modista para explicarle su proyecto y en un par de días ya tenía listo su traje rojo impecable y la barba decolorada para darle más parecido a Santa Claus.

«Yo estoy pagando en cuotas lo que invertí porque uno de mis grandes valores es la honestidad por eso siempre he sido buena paga», relata.

Para ganarse ese dinero extra a la de la venta de dulces y cigarrillos, Pérez Piña enseña un papel en el que pide colaboración para el Polo Norte, como se lee en el mensaje que muestra cuando posa con quienes lo buscan para tomarse una foto.

Cuando termina de personificar a Papá Noel, al que le dedica buena parte de su tiempo, sale a la urbanización Las Gaviotas, en el municipio de Soledad, en donde tiene alquilada una habitación por la que paga 7.000 pesos diarios.

Rubén Darío confesó que siempre ha trabajado de noche, incluso con la venta de dulces porque le huye al intenso calor de Barranquilla. «Aún no me he acostumbrado», añade.

Sabe que el panorama no va a mejorar de la noche a la mañana pero es de los que cree que solo estudiando es una de las maneras para prepararse y de salir adelante.

Dice que en los últimos tres años, desde que salió de Venezuela, no ha regresado para evitar los riesgos de atravesar por trochas y los malos tratos de algunos de los funcionarios de la frontera y de particulares que cobran por transportarlos.

«Es algo muy tenebroso, de mucho riesgo porque algunos funcionarios se aprovechan de los viajeros», reconoce.

Rubén Darío está lejos de su país, distanciado de los suyos, pero ello no le quita el ánimo de enfundarse en su traje rojo y botas negras para transformarse en el Papá Noel venezolano que quiere llevar alegría a los niños.

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