La entrenadora mostró en su teléfono móvil imágenes de conversaciones previas al partido contra Santa Fe, donde se comprueba cómo se realizó el arreglo.
La barranquillera Yinaris García fue apartada de su cargo como entrenadora del equipo femenino del Junior de Barranquilla, una decisión que, en principio, se atribuía únicamente a malos resultados deportivos.
Sin embargo, en una transmisión en vivo a través de sus redes sociales, la entrenadora dio un giro abrupto a esa versión oficial, desnudando una situación tan grave como dolorosa: el presunto amaño de partidos por parte de al menos siete jugadoras del plantel rojiblanco.
En su intervención pública, García no solo buscó defender su nombre, su trayectoria y su ética profesional, sino que también ofreció detalles escalofriantes que dibujan un panorama turbio, donde el deporte pierde su esencia y la honestidad se convierte en víctima colateral.
ME ADVIRTIERON ANTES DEL PRIMER PARTIDO
La exentrenadora relató que el problema no surgió de forma repentina ni aislada. Según sus palabras, ya antes del primer compromiso de la temporada, frente al Independiente Medellín, una de sus futbolistas quien no está entre las implicadas se le acercó para advertirle que había sido contactada para “vender el partido”.
El hecho, que inicialmente parecía un caso puntual, encendió las alarmas de la entrenadora, quien de inmediato reunió al grupo para alertarlas sobre la gravedad de esa práctica. “Les hablé de lo delicado y peligroso que era. Confié en que el mensaje había sido claro”, expresó con evidente frustración.
A pesar de la advertencia, los partidos continuaron y los síntomas de un equipo entregado empezaron a repetirse. Buen juego, dominio durante buena parte de los compromisos, pero errores absurdos en los últimos minutos que terminaban en derrotas. Lo mismo que, asegura, ocurrió el año pasado.
EL PARTIDO QUE LO CAMBIÓ TODO
El episodio que encendió todas las alertas ocurrió el pasado domingo, cuando Junior fue goleado 6-0 por Independiente Santa Fe en Bogotá. Un resultado impensado para cualquier equipo profesional, pero más aún para uno que, en palabras de su entrenadora, venía mostrando niveles competitivos aceptables en escenarios similares.
“En 2022 y 2023 obtuvimos buenos resultados en Bogotá. Le ganamos a Santa Fe y empatamos con otros equipos. Incluso este mismo año perdimos apenas 3-2 con Santa Fe y 4-3 con La Equidad. Pero ese 6-0 jamás lo había vivido”, dijo García, visiblemente afectada.
El lunes fue notificada de su desvinculación del equipo. Sin embargo, la noche del martes recibió las pruebas que, según afirma, confirman las sospechas que venía arrastrando imágenes de conversaciones entre personas externas y jugadoras del equipo, en las que se pedían errores intencionados, penales cometidos a propósito y comportamientos que pudieran derivar en derrotas premeditadas.
ESTO VA MÁS ALLÁ DEL FÚTBOL
“Lo que me duele no es solo mi salida. Me duele que se jugó con el sueño de un grupo completo, con el trabajo de mujeres que sí creen en este deporte, que lo sienten y lo respetan”, dijo entre lágrimas.
García insistió en que no busca ningún tipo de compensación económica, ni ser reintegrada a la institución: “No quiero ni un solo peso. Mi ciclo en Junior terminó. Lo único que quiero es que se limpie mi nombre y se valore mi trabajo”.
Con un teléfono en mano, mostró algunos fragmentos de las conversaciones que respaldan sus declaraciones, aunque aclaró que no revelará la totalidad del material ni los nombres de las jugadoras implicadas. “No las quiero exponer públicamente. Hay personas muy peligrosas detrás de todo esto”, advirtió, dejando entrever que el asunto no se limita únicamente al campo deportivo.
Aseguró también que no ha interpuesto ninguna denuncia formal ante la Fiscalía, aunque está dispuesta a colaborar con las autoridades si el caso avanza. Su mayor preocupación ahora es su seguridad, la de su familia y la de las jugadoras que siguen en el club.
LA RESPUESTA DEL CLUB
Junior de Barranquilla emitió este jueves un comunicado en el que responde a las declaraciones de su exentrenadora. En el documento, la institución aclara que su salida obedeció a una evaluación técnica y deportiva, sin entrar en mayores detalles sobre las graves denuncias presentadas por García.
En este contexto, la falta de pronunciamiento específico sobre los amaños ha generado aún más incertidumbre en la afición y en los medios, donde ya se empieza a cuestionar la gestión interna del equipo femenino, la vigilancia institucional sobre las jugadoras y el silencio de la dirigencia frente a uno de los escándalos más delicados en la historia reciente del fútbol femenino colombiano.
UN MENSAJE FINAL CARGADO DE DOLOR
“Jamás pensé que esto me pasaría con jugadoras a las que quería, valoraba y con las que había compartido tanto tiempo. Pero esta es la realidad. Estoy aquí no por venganza, sino por respeto al fútbol, a mis principios y al trabajo que durante años construimos con sacrificio”, concluyó.
La historia de Yinaris García es un golpe seco al corazón de un deporte que aún lucha por alcanzar el reconocimiento y la igualdad. Un recordatorio brutal de que el profesionalismo no siempre está acompañado de ética, y de que los sueños, cuando se venden, dejan cicatrices que no se ven, pero que pesan.