Vida Cultural / 4 de mayo de 2024

Manuel Sánchez, un apasionado del teatro que llegó a los escenarios a empujones

Manuel Sánchez, director de la Fundación Luneta 60 durante una de sus actuaciones en las tablas.

Miguel Utria

Este barranquillero, director de la Fundación Luneta 50, asegura que su vocación de servicio hace que su niño interior siempre esté expuesto.

Entregarse a la formación artística de los más pequeños se ha convertido para Manuel Sánchez en una de sus mayores pasiones. No en vano ha sacado adelante y mantiene ondeando la bandera del proyecto ‘Aula mágica´ que le permite estar en constante dialogo como los niños ya sea en su sede o en los colegios donde estos estudian los pequeños.

“Mi niño interior está siempre expuesto porque tengo una vocación de servicio”, dice Manuel cuando se le pregunta por qué esa inclinación a formar a niños en el ámbito artístico.

Y aunque Manuel es un artista que le pone pasión a su trabajo, no siempre fue así, pues aunque desde muy pequeño sintió inquietud e inclinación por la música, hacer parte de una obra de teatro no era lo que le llamara la atención como él mismo lo cuenta.

Despertar en los niños su amor por las artes escénicas y la música son sus mayores pasiones.

“Yo conozco el teatro desde niño, quizás de 10 año, por allá en los 70, porque una hermana mayor formaba parte del grupo de Tomás Urueta, y cuando ella iba a ensayar mi mamá le decía: ‘que te acompañe tu hermano’, entonces yo iba a los ensayos, a ver las obras de teatro de ellos, y eso fue haciendo que yo me familiarizara con el trabajo que ellos hacían de expresión corporal, ejercicios de voz, etc. y me fue como fascinando”.

SUS INICIOS

Asegura Manuel que ya en el colegio, siendo más grandecito, sus compañeros lo “forzaron” a hacer parte de las obras de teatro que allí se preparaban y presentaban.

“Mis compañeros eran más grandes que yo, que tenía 14 años. Ellos eran actores pero a mí lo que me gustaba era cantar, entonces me invitaron a hacer parte de un montaje en el que yo aparecía cantando y así formé parte de ese grupo de teatro de la Normal y la Humboldt”.

En el grupo de teatro estuvo hasta que se graduó de bachiller normalista de la Fundación Alexander Von Humboldt. Posteriormente parte a la ciudad de Bogotá a iniciar estudios de psicología en la Universidad Inca donde se encuentra con un grupo de teatro que ya tenía un fuerte reconocimiento, y termina vinculado al mismo.

El grupo de artes escénicas de la universidad hacía parte de Movimiento Teatral Estudiantil que era reconocido en todo el país. Pero aún el teatro no alcanzaba a desplazar de su corazón la pasión que despertaba en él la música.

“Yo formaba parte de un grupo folclórico de la universidad que acompañábamos al grupo de danzas. Pero una compañera del grupo de danzas, oriunda de la Paz, Cesar, y cuyo novio era actor del grupo de teatro me motivó a ir a los ensayos, y entre otras cosas el novio de ella era compañero de estudios mío”.

SU MAESTRA

Asegura que le fue imposible negarse a esa invitación, pues la maestra de teatro era la reconocida actriz Vicky Hernández, quien en ese entonces se dedicaba exclusivamente a las tablas y trabajaba para el Teatro La Candelaria de la capital del país.

Ser alumno de Vicky Hernández casi que obligaba a sus pupilos ser disciplinados y responsables, no porque ella así lo exigiera sino por la prominencia del personaje que encarnaba como maestra y como referente de la actuación teatral.

“Teníamos seis ensayos a la semana, de lunes a sábado, yo nunca faltaba a ninguno y siempre era puntual. Y es que quien estaba ahí si no se encarretaba con el teatro estaba en nada, solo por tener a tan excelente maestra y el respaldo de un buen grupo teatro con buenos actores”.

Manuel Sánchez en una de sus intervenciones al aire libre.

Afirma Manuel que más allá de los ensayos y clases de teatro, lo que iba generando pasión y más amor hacia esa actividad era la participación en foros, conversatorios, encuentros, congresos, talleres, seminarios, etc.

Hacer parte del grupo de Vicky Hernández le permitía asistir a las obras de teatro en que ella participaba, a estar más tiempo en las instalaciones de La Candelaria y codearse con actores de renombre nacional, compañeros de su profesora que terminaron llamándolos colegas.

“Yo llego al teatro a empujones, pero empujones bacanos no forzados, porque yo llegué fue buscando el grupo de música, y me empujaron para el teatro, y ahí me quedé. Eso me fue alimentado el gusto, el amor y la pasión por esto que ahora es mi vida, es lo que he hecho desde entonces”.

Justamente la pasión que le generara el teatro lo obligó a dejar sus estudios de música que había comenzado en la Universidad Nacional como camino para alcanzar ese sueño que siempre había tenido.

“Al culminar mis estudios en Bogotá me regresé a Barranquilla a preparar mi tesis de grado como psicólogo, y precisamente mi trabajo era ‘La expresión corporal como elemento terapéutico’ derivado del trabajo con el grupo. Y al llegar aquí me encontré con viejos amigos que habían tenido experiencias en otras ciudades similares a la mía”.

Entre sus amigos en Barranquilla recuerda a Lucho Henao con quien fundaron el grupo de teatro ‘Arroz con mango’, el cual existe en la actualidad pero con nuevas generaciones de miembros.

En los inicios del grupo de teatro llevaron obras a escenarios bajo cielo como el parque Bellavista, promediando los años 1985 y 86 cuando se hizo un trabajo que fue de reconocimiento en toda la ciudad, según recuerda Manuel Sánchez.

“El parque tenía un escenario que nosotros le llamábamos retorta, que era un círculo con gradas en todo su alrededor. Allí ensayábamos todos los días, presentábamos funciones los fines de semana y programábamos poesías, danzas y otras expresiones culturales los jueves. Era un punto de encuentro de la gente de las artes de la ciudad”.

Recuerda Manuel que posterior a ‘Arroz con mango’, crean una sala pequeña, llamada ´La Sala’, que posteriormente se llamó ‘Luneta 51’ y luego, cuando se fueron mudamos se llamó Luneta 50, fundación que ha conservado el nombre hasta el tiempo presente cuando ha cumplido más de 25 años.

De sus sueños de ser músico profesional solo quedan los recuerdos, aunque su pasión por la música sigue intacta, por eso siempre canta, cuenta y canta canciones para niños acompañados de un cuatro, con armonías sencillas.

“Me encanta cantar y cada vez que puedo canto, así sea en escena. Mis espectáculos siempre están atravesados por la música, pero estoy especializado en la dirección, en crear música original, aunque a veces invito músicos como el caso de mi hijo mayor que es músico profesional. Y siempre hay canciones que ayudan a hacer el relato de la historia. La música siempre está ligada al trabajo que hago”.

Su propuesta de trabajo está dirigido a la calle, al aire libre, y en materia de espacios íntimos se ha especializado en teatro de títeres para público infantil, que es lo que se presenta los sábados en Luneta 50.

Su entrega al trabajo con los más pequeños hace que sus amigos lo interpreten como que aún se cree o se siente un niño. Pero él lo describe como que su niño interior “siempre está completamente expuesto”. Pero además es como una vocación de servicio, la misma que lo llevaron a ser pedagogo, a querer hacerse psicólogo e inclusive misionero, y trabajar con niños hace que su trabajo tenga más trascendencia.

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