Lo último / 14 de noviembre de 2020

“¡Ya estoy caminando!”: Liliana de Verano habla de su aparatosa caída

Liliana Borrero con su esposo, el exgobernador Eduardo Verano, su hijo menor, Sebastián, y su mascota, antes de iniciarse ayer el juego Colombia-Uruguay.

Miredvista.co

Por primera vez, la esposa del exgobernador Eduardo Verano De la Rosa cuenta detalles de su recuperación tras caer de una altura de 5 metros, lo que le produjo 14 fracturas en su cuerpo.

La ex primera dama, en los primeros días del proceso de rehabilitación.

La arquitecta Liliana Borrero de Verano, ex primera dama del Atlántico, es considerada por quienes la conocen como una mujer de armas tomar, fuerte, decidida y perfeccionista. Por eso, cuando el pasado martes 18 de agosto llegó a revisar las obras de remodelación de una bodega de su familia en la carrera 46 con calle 52, Barrio Abajo, y encontró las paredes húmedas en lo alto por un aguacero el día anterior, no lo pensó dos veces. “Voy a subir para ver qué pasa”, dijo.

Y lo hizo, como ya lo había hecho antes para verificar algo de la obra. “Como arquitecta, estaba pendiente de todo y, efectivamente, encontramos el problema”, recuerda la esposa del exgobernador Eduardo Verano De la Rosa en diálogo con MiREDVista.

Cuenta que cuando ya venía bajando pisó una teja que estaba suelta y fue ahí como cuando se produjo la terrible caída que fue noticia hace tres meses, desde una altura de cinco metros. Este accidente le produjo 14 fracturas en la pelvis, el sacro, el coxis y una pequeña en el segmento L4 de la columna, además de fisuras en 3 vértebras, todo lo cual la tiene hoy en un proceso de recuperación que, aunque en sentido general es lento y de mucha paciencia, en el caso de ella ha sido realmente exitoso.

“Todo sucedió como en cámara lenta. Caí sentada sobre la nalga derecha y, aunque estaba consciente, quedé como en shock”, dice la ex primera dama del Atlántico.

En sus días como Primera dama del Atlántico, con su esposo, el exgobernador Eduardo Verano.

“LOS ÁNGELES ME PROTEGIERON”

Es la primera vez que ella accede a hablar con un medio sobre ese suceso que puso en serio peligro su vida. “Ese día tuve ángeles que me protegieron, porque la caída fue tremenda. Sentí que todos corrieron, oí gritos… El contratista me acostó, me inmovilizó; le avisaron a mi hermano, que estaba muy cerca, y le pedí al chofer que llamara a mi esposo… tenía un dolor fuerte en mi pierna derecha y estaba muy asustada…”.

En medio de la tribulación, Liliana le pidió también a su secretaria, que estaba en el lugar, que llamara al ortopedista Iván Reátiga, amigo de su familia, quien de inmediato se puso al frente del caso. Además de tranquilizarla por teléfono le hizo una serie de preguntas sobre su estado, dio instrucciones de manejo y ordenó que una ambulancia fuera a recogerla, con personal especializado para un caso así.

A petición de ella la llevaron a la Clínica Iberoamericana, y cuando iba dentro de la ambulancia, acompañada por su esposo, sus fuerzas comenzaron a flaquear. “Le dije a Eduardo que tenía miedo y que no quería morirme”, narró con voz trémula.

Al llegar, la esperaba el médico Juan Gabriel Reátiga, hijo de Iván y especialista en cadera. Ella cuenta que la prioridad en ese momento era detener el sangrado interno en su pelvis, y luego cuadrar y estabilizar esa parte del cuerpo con un tutor ortopédico, una especie de armazón que le fue fijado con clavos y que fue mandado a traer de la Campbell. Ese día no la pudieron operar, porque por el sangrado la hemoglobina le bajó a 7.

Rememorando todo lo que ocurrió aquel día, ella dice que no se cansa de agradecer a Dios porque las cosas pudieron haber sido peores, de no haber tomado decisiones acertadas. “Caí sobre una nalga y no sobre las dos, o de pie, pues hubiera quedado parapléjica; internamente, mis órganos no se dañaron. En medio de todo me acordé de Iván; Eduardo por fortuna llegó rápido y se opuso rotundamente a que otra ambulancia que llegó me moviera, porque me hubieran llevado a otro lugar que seguramente no estaba preparado para un caso así; por haber pedido que me llevaran a la Iberoamericana de una; me pusieron el tutor y me cuadraron la pelvis enseguida… todo fue tan acertado, tan providencial… Si no hubiera sido así, tan rápido, estuviera sin poder moverme o en el peor de los casos hubiera muerto”.

VOLVER A CAMINAR

Liliana Borrero de Verano estuvo en cuidados intensivos varios días, y fue operada en cuatro ocasiones durante el mes y una semana que estuvo hospitalizada. Lo más difícil en ese momento fue el manejo del intenso dolor que le produjeron las lesiones, por lo cual tuvo que ser tratada con opioides, bajo la vigilancia médica del anestesiólogo Octavio De la Hoz.

Liliana Borrero cuando aún estaba hospitalizada.

La gran incógnita de los médicos era si volvería a caminar. Por eso, aunque los dolores en la pierna eran fuertes, cuando le empezaron a explicar cuál era la situación, ella decidió sobreponerse y trabajar fuerte en su rehabilitación. “Cuando te explican con claridad, cuando te haces consciente de que tu recuperación depende en buena parte de ti, la cosa es distinta. Yo quería caminar y por eso ponía todo de mí”, dice.

Con la voz entrecortada por las lágrimas, habla de forma conmovedora del apoyo que recibió todo el tiempo su esposo, Eduardo Verano, con quien lleva casi 30 años casada, y de sus hijos Stephanie, que vive en Estados Unidos y que la llamaba todo el tiempo, y Eduardo y Sebastián. “Mi marido no me abandonó ni un minuto, jamás me dejó sola, como tampoco lo hicieron mis hijos, y eso fue demasiado importante para mí en ese momento”, contó.

Empezó “con ganas y con optimismo”, como dice, su proceso de rehabilitación, contando además con el apoyo de la fisioterapeuta Ana Oñate, a quien ella describe como una profesional “maravillosa”.

Ella cuenta que en la clínica contó con el apoyo todo el cuerpo médico, en especial de una enfermera llamada Carmencita, que le ayudó a salir adelante el día en que ella quiso, por primera vez en tres semanas, darse un baño bajo la ducha, lavarse el cabello y sentir el agua en su cuerpo, pues hasta ese momento todo se lo hacían en cama.

“A partir de ese día entendí que mis brazos serían clave en el proceso de mi rehabilitación. No sabes cuánto agradecí haber sido tan juiciosa en el gimnasio, pues tres veces a la semana, y más por salud que por vanidad, iba iba al del Country a hacer ejercicios y trabajé mucho brazos y piernas. Adquirí una fortaleza muscular grande que en ese momento fue fundamental para que yo misma, agarrándome de las barandas de la cama, me incorporara, moviera el cuerpo para sentarme, para pasarme de la cama a la silla de ruedas; en fin, mis brazos han sido mis grandes aliados ahora también para usar caminador”, explica.

DANIELA ÁLVAREZ, SU EJEMPLO

Tras ir superando distintos procesos, llegó el momento de dejar la clínica, 40 días después del accidente. Ya en casa continuó su proceso de rehabilitación, que ha sido exitoso, asegura.

Ella dice que en esta etapa, el ejemplo de valentía y de resiliencia de Daniella Álvarez ha sido muy importante para ella. Como se sabe, la bella ex Señorita Colombia perdió media pierna izquierda tras sufrir una isquemia. “Hablo mucho con ella por chat, pues le tengo una admiración bárbara. Daniela es un referente, mi inspiración, y el día que la vi en bici me dije que si ella pudo, yo también puedo salir adelante. Vi su conferencia en el Caribe Bizz y me encantó”, dice.

Los esposos Verano Borrero con sus hijos y nietos.

“La fisioterapia ha sido definitiva y también mi deseo de recuperación, que me llevó a aventurarme, a la semana de estar en casa, a caminar sola. Un día se levantaron y me encontraron caminando alrededor del comedor, agarrándome de las sillas. El doctor Reátiga  me recomienda que aplique la marcha tolerante, es decir que haga hasta donde el dolor me indique”.

“En esto uno pasa por momentos duros en los que el ánimo cae”, apunta. Y pone como ejemplo los días en los que le quitaron los opioides para el dolor y empezó a tomar Metadona, un fármaco para la desintoxicación que le produjo desasosiego y ansiedad. “Todavía tengo dolor, no resisto más de 15 minutos sentada a menos que tenga un cojín especial, pero cada vez es menos y lo manejo con medicamentos más sencillos”.

Finalmente, tras aceptar que en adelante antes de dar un paso tendrá que estar muy segura, dice que no se cansa de dar gracias a Dios por estar viva y por poder caminar. “Mi primera salida fue a misa. Es que la salud es el bien más preciado y la lección que esto deja en mi vida es que uno tiene que agradecer a Dios por todo y debe aprender a disfrutar lo sencillo, a hacer las cosas en familia y a ayudarnos”.

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