Dolce vita / 8 de abril de 2023

Los pequeños gigantes del baloncesto

El entrenador Álvaro Gutiérrez, de 80 años y quien sigue practicando el baloncesto, con algunos de sus «pupilos».

Miguel Utria

«Quien practica este deporte se desarrolla no solo como deportista sino como persona porque la disciplina que ello implica te hace mejor ser humano», dice Cornelio Orozco uno de los jugadores que hace parte de un equipo de veteranos.

La idea que muchas personas creían que la práctica del baloncesto tenía que ver con la estatura, no pasó de ser un mito cuando los seguidores y entendidos de esta disciplina deportiva vieron que jugadores de mediana y baja altura se constituyeron en las figuras de los equipos a los cuales pertenecían.

El jugador y docente Cornelio Orozco recibiendo uno de los reconocimientos por su larga trayectoria.

Cornelio Orozco Paut, es un veterano docente cuya pasión es el baloncesto que practica desde los 10 años cuando estudiaba bachillerato en el Inem. Ha llegado a ser integrante de la selección Atlántico de baloncesto y participado en varios torneos de talla departamental, nacional e internacional.

Hoy tiene 55 años de edad y aún se mantiene activo en dicha disciplina, pues la considera parte esencial de su vida hasta el punto de decir que “ya yo no podría vivir in jugar baloncesto”.

“Es para mí es una pasión. Yo creo que quien practica este deporte se desarrolla no solo como deportista sino como persona porque la disciplina que ello implica te hace mejor ser humano”, asegura el profesor Neliio, como es conocido.

Dice que hace más de 40 años juega baloncesto, todos los fines de semana, con un grupo de amigos, todos veteranos y participan en campeonatos en los que se enfrentan a jugadores de su edad y también jóvenes. “Es divertido ver cómo los pelaos gozan cuando nos ganan a los viejos. Eso es gratificante porque más que rivalidad con ellos, tratamos de cultivar una especie de escuela para su formación deportiva”.

Impulsar el deporte del baloncesto niños y jóvenes es una de las tareas de Andrés Altamar, miembro del Club Trotamundo.

Asegura que el apoyo de los padres es fundamental para que el muchacho que desee encaminarse por esa o cualquier otra disciplina deportiva. Y afirma que le agradece a su madre quien desde siempre le apoyó patrocinando sus idas a las prácticas y a los viajes que hacía en el marco de las presentaciones de la selección y otros equipos a los que perteneció.

Una de las satisfacciones de Nelio y sus veteranos compañeros es observar, cada sábado en las gradas, a su antiguo entrenador, Álvaro Gutiérrez, quien con 80 años de edad, aún se mantiene activo en la práctica del deporte y goza contándole a los más jóvenes que ese modo de jugar fue él quien se los enseñó.

La renovación urbanística de la ciudad que incluyó la recuperación y construcción de parques con espacios para la práctica de deportes ha sido fundamental que más jóvenes se acerquen al baloncesto. Y el Tomás Suri, es quizás de los que más acoge a basquetbolistas aficionados y profesionales.

Madres de familia, como Johanna Silva, quien fue jugadora de baloncesto, le ha inculcado a su hija el amor por esa disciplina.

Allí nos encontramos al entrenador Andrés Altamar, miembro del Club Trotamundo, quien dirige a niños y jóvenes en entrenamiento de esta disciplina deportiva. Mientras el profesor les impartía las enseñanzas a sus alumnos, en las gradas las madres esperaban a sus hijos. Dialogamos con dos de ellas sobre el gusto de sus pequeños por este deporte.

Johanna Silva fue jugadora de baloncesto y el talento y amor por esa disciplina la heredó su hijo mayor quien se dedica a ese deporte, y hoy día su hija menor, Sofía Alfaro, de 10 años de edad sigue los pasos de su madre y hermano.

Según la madre, la niña llegó a enamorarse del baloncesto porque desde pequeñita la llevaban a los entrenamientos y partidos, “hasta que un día dijo que ella quería jugar, la inscribimos en el club y hoy vemos que es mejor jugadora que yo y que el hermano”.

Caso similar ocurrió con Kianna, una pequeñita de solo cinco años de edad que llegó a la práctica del deporte debido a que su abuelo, madre y tías son basquetbolistas. Johanna Andrade es su abuela y el mayor soporte para que la niña practique el deporte de su  preferencia. Pese a su corta edad y diminuta figura es una de más talentosas de los alumnos del profesor Andrés.

Kianna, de 5 años, heredó de su abuelo, tíos y de su mamá Johanna Andrade, el amor por el baloncesto.

“A los niños hay que mantenerlos ocupados en algo, si es un deporte mucho mejor, porque las rede sociales no es algo muy sano que digamos”.

Las dos mujeres llevan a sus niñas a los entrenamientos los días que les toca y más que sus acompañantes son sus guías, soporte y mejor voz de aliento. Pues consideran que es la mejor manera de lograr que ellos sean constantes y se enamoren cada día más del deporte.

Tanto Nelio como el profesor Andrés y las madres de las niñas, coinciden en afirmar que la disciplina, entrega, respeto y buen comportamiento en la práctica del baloncesto son  más importantes que la estatura de los jugadores, pues demostrado está que muchos deportistas sin ser altos tienen mejor calidad deportiva que muchos que miden más de 1 metro con 80.

El profe Nelio asegura que la práctica del baloncesto le ayuda a la persona a desarrollar la visión, la audición y la capacidad motriz, además de la manera de desenvolverse cuando hay contacto con un jugador rival.

Esa práctica favorece la circulación sanguínea, capacidad pulmonar y limpieza de las vías respiratorias. El continuo movimiento en el juego permite mejor sincronización del ritmo cardiaco que comprende los cambios físicos, mentales y conductuales que siguen un ciclo aproximado de 24 horas en el jugador después de su práctica.

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