Carla Celia, directora de Carnaval SA; Edgar Blanco, presidente de la Asociación de Grupos Folclóricos, y Lisandro Polo, director de la Noche de Tambó, entre otros carnavaleros, hablan de lo que ha significado para ellos la organización de la agenda virtual de las fiestas de Momo.
“Prefiero organizar y sacar cinco desfiles y no escoger, editar y montar imágenes, momentos y emociones”, repitió una y otra vez Edgar Blanco, presidente de la Asociación de Grupos Folclóricos del Atlántico, en varios de los momentos de la realización y producción de los contenidos digitales del Carnaval de la 44 que desde el jueves 11 está viendo el mundo a través de varias plataformas y canales de televisión.
“Duele también tener que escoger grupos y artistas teniendo en cuenta que, en Barranquilla, el Atlántico y en el Caribe, el talento y los grupos tradicionales abundan, y que nosotros hemos ofrecido siempre un espacio abierto a todos”, afirma, mientras sin soltar el celular entra y sale de una bodega donde durante ocho días entraron y salieron más de 1.500 bailarines, músicos y auténticos hacedores del Carnaval, algunos de ellos llegados de poblaciones tan lejanas como Talaigua Nuevo y Bahía Honda, en el departamento de Bolívar.
Algo muy parecido piensa Carla Celia, Director de Carnaval SA, el más grande de los operadores de la Fiesta que es Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad.
“La virtualidad no es tan fácil como pudiera pensarse y a diferencia del Carnaval presencial donde ponerle mucho corazón a las cosas que se hacen es lo más importante, en esta nueva normalidad, la tecnología juega un importante papel. El lenguaje audiovisual es distinto, y por supuesto se limitan a tiempo y espacio, muchas de las grandes cosas que se han venido haciendo se ven limitadas”
Blanco y Celia coinciden que el contacto directo con el público hace mucha falta pero que gracias a lo digital que ha podido y se podrá llegar a muchos lugares del planeta y a muchas personas, algunas de las cuales ni siquiera sabían de la gran variedad cultural que tiene esta ciudad de sólo 154 kilómetros cuadrados ubicada en la esquina norte de Colombia frente al Mar Caribe y bordeada por el río Magdalena.
Historias, sentimientos y expresiones muy variadas son las que expresan quienes año tras año han salido a las calles, han recorrido los barrios, se han expuesto a las inclementes temperaturas, han sentido en algunos casos el irrespeto del público que en los desfiles les lanzan agua y harina, y en la mayoría de las ocasiones, la dicha de los aplausos. Algunos sienten y expresan una profunda nostalgia, otros se sienten felices porque han tenido la oportunidad de que el mundo los aprecie.
Lisandro Polo es un reconocido investigador y músico folclórico que el pasado jueves presentó en el Concierto del Bordillo cuatro temas musicales que llegaron a 96 países a través de las plataformas digitales y que este sábado 13 realizará por primera vez en la vida, la afamada Noche de Tambó, sin esa masa de amantes de la Cumbia que año tras año lo acompaña en la Plaza de la Paz. “Es increíble hasta donde estamos llegando. Obvio que me hace falta la calle, la gente, el compartir con tantos músicos y amantes del folclor, pero es gratificante saber que estamos llegando a lugares a los que muy seguramente nunca podremos llegar físicamente”.
El integrante de un grupo de Congo que este año participó en una de las grabaciones que realizó Carnaval SA, con lágrimas en sus ojos, dijo después de haber pasado por las cámaras de televisión, “estoy feliz porque llevaba casi un año sin salir, sin lucir este vestido, sin bailar, aunque sea para muy pocas personas cercanas, pero me dicen que me verán en todas partes. Nuestra cultura lo merece”
Una pequeña bailarina de Cumbia que también participó de una grabación y que sólo había participado antes de este Carnaval en cuatro versiones presenciales dijo que “a mi lo que me gusta es bailar y cuando yo lo estoy haciendo no sé si me están mirando o no”. Su mamá completa la respuesta diciendo “cuando vio que estábamos sacando del baúl el vestido de cumbiambera saltó de emoción y expresó: es que ya hay Carnaval. Esa expresión en sus ojos, no la olvidaré nunca. Yo espero que salgamos de esta situación pronto y que mi hija pueda disfrutar del Carnaval en la calle.
Lo que está claro es que el verdadero carnavalero, el auténtico hacedor de nuestras fiestas ha sentido el impacto de la pandemia, económica y sentimentalmente, pero que algunos han podido ver una luz en el camino con la participación en los eventos remotos en los que han participado.
Otros no han abandonado el sentir de compartir, y en familia han visto los programas y hasta se los han gozado con jocosidades en los chats. Algunos han decorado o vestido sus residencias con los colores y los elementos propios de nuestra fiesta. Todos coinciden eso sí en que, primero el Carnaval es un sentir que nada y ni nadie lo puede quitar, y segundo que, expresar la cultura no puede considerarse como una ofensa y mucho menos como una insensibilidad ante las muertes por cualquier razón, en este caso, por el Covid.