Personaje / 12 de febrero de 2022

Alvaro Cabarcas, ¿el rebelde del piano?

Patricia Escobar

El barranquillero Pelusa, con casi 50 años de vida artística, es uno de los pianistas más grandes de Latinoamérica, y un defensor acérrimo de lo nuestro.

Si Alfredo Gutiérrez es el rebelde del acordeón, Álvaro Cabarcas lo es del piano. Y no por su irreverencia en el manejo de las negras y las blancas, sino por su posición radical en defensa de la música colombiana, de sus intérpretes y ejecutantes.

Su talento lo mantiene entre uno de los más destacados pianistas del continente americano, como lo han dicho, entre otros, los reconocidos Rafael Ithier, Papo Lucca y Richie Rey, con quienes el barranquillero ha compartido escenarios en distintas partes del mundo.

Pelusa, como se le conoce desde siempre, está próximo a cumplir 62 años de edad, y desde los 11 interpreta con juicio el piano que llegó a su vida a los 9 años, aproximadamente. A esa edad lo deslumbraban los solos de piano de artistas como Lino Frías, de la Sonora Matancera, a quien conoció e imaginó escuchando su música a través de la radio.

Nacido en el barrio Cevillar de Barranquilla, este hombre de sonrisa permanente es, además, arreglista, compositor, productor, director musical y gran defensor de las causas justas. Creció escuchando orquestas en vivo que, en los radioteatros de las emisoras, conquistaban audiencia. Su padre era un melómano empedernido. Álex Ortega fue su primer profesor.

Se inició como profesional a los 14 años de edad, con la orquesta de César Pompeyo en el Hotel del Prado de Barranquilla, pero tres años antes ya había descrestado a los asistentes en un concurso en el que se presentó acompañando a un grupo juvenil que tocaba baladas.

Ha tocado, grabado y acompañado a numerosos artistas nacionales e internacionales de la salsa y otros géneros musicales como Juan Piña, Grupo Niche, Tito Gómez, Grupo Galé, Guayacán, Fruko y Sus Tesos, Joe Arroyo, Óscar D’ León, Andy Montañez, Maelo Ruiz, Quinto Mayor, Charlie Cardona, Luisito Carrión, Papo Rivera, Colombia All Stars y David Pabón, entre otros.

Aunque desde sus inicios se destacó por su talento y profesionalismo, su ingreso al Grupo Niche, en el año 87, lo potencializó y lo ubicó a otro nivel. Jairo Varela y él hicieron una gran amistad y recorrieron caminos de éxito.

En 2002 construyó su proyecto musical ‘Pelusa y la Banda Caramba’. En 2011 concluyó su primer trabajo discográfico titulado ‘Escuela de salsa’, con diez temas 8 inéditos y dos covers.

DESDE SIEMPRE

La defensa de lo nuestro o de lo que él piensa merece ser resaltado, o apoyado, ha sido una constante en su vida. Podría decirse que está en eso desde la adolescencia. Y según cuenta, no renunciará a ello mientras Dios le dé vida y salud.

Pelusa en su casa en Cali.

Las primeras manifestaciones de rebeldía se dieron cuando, estando ya en el bachillerato, y después de haber demostrado que le gustaba y que podía estudiar música, ingresa a Bellas Artes y se da cuenta de que “en ese recinto sagrado, en esa época, no podíamos hablar de nada distinto a lo clásico. No podíamos siguiera tocar melodías que escuchábamos en la radio y que, en mi caso, eran de música cubana, o melodías tropicales como las de la Orquesta de César Pompeyo, que fue con la que tuve mi primer acercamiento a ese instrumento”, cuenta.

“Entendí que mi función social es crear música, hacer música, tocar música. El que la pueda o quiera escuchar, que la escuche; el que la quiera o pueda promocionar, que la promocione, y el que la quiera hacer sonar, que la haga sonar”.

Alvaro Cabarcas, pelusa

Nunca entendió por qué era grave que le gustaran otros sonidos. Por causa de esa rebeldía que le impedía aceptar sólo lo clásico en su formación fue expulsado 5 veces de Bellas Artes. La quinta fue la definitiva.

Empezando los años 70, el panorama musical en Barranquilla era muy amplio y sus estudios académicos se nutrían con una gran variedad de armonías, y las influencias de muchos géneros musicales, muy a pesar de lo que quería transmitir la Academia de la época.

Entre los 70s y el 89 vivió en Medellín y se convirtió en un reconocido pianista de grabación. Estuvo con Juan Piña en la época en la que esa agrupación era la número uno. Pasó por la orquesta de Rumba Romero y fue llamado por Jairo Varela para que hiciera parte del Grupo Niche. El aceptó, pero con la condición de quedarse viviendo en Medellín hasta el 89 cuando, atendiendo al clamor de su mamá, se fue a vivir a Cali huyendo de la violencia del narcotráfico.

Jairo le sacó el salsero que siempre tuvo dentro y lo potencializó hasta el punto de que el Grupo Niche del 88 fue prácticamente conformado por Cabarcas, mostrando su rebeldía contra la mala imagen de los músicos, que estaba cercana a los vicios y a los malos momentos. Nuestro sueño fue su pasaporte a Europa.

Y NO SUENA

Más de 50 años en la música, más de 1.400 canciones grabadas para artistas colombianos e internacionales, con innumerables reconocimientos en el exterior; en la actualidad, dueño de su propia banda, y pianista de la banda de Charlie Aponte, quien lo siente como a Rafael Ithier, y una vida sin tacha en el aspecto personal, no le han bastado para que su música en su Barranquilla querida suene, salvo en emisoras digitales como La Troja Radio y Malanga Radio.

Con honestidad lo reconoce: “Pelusa y la Banda Caramba no suenan en Barranquilla”, pero ha entendido, según sus propias palabras, que “así como el pájaro tiene una naturaleza libre, se levanta todas las mañanas, se acicala, afina su pico, se monta en la rama y se pone a cantar sin importarle si lo escuchan o no lo escuchan, yo entendí que mi función social es crear música, hacer música, tocar música. El que la pueda o quiera escuchar, que la escuche; el que la quiera o pueda promocionar, que la promocione, y el que la quiera hacer sonar, que la haga sonar. Porque a mí nadie me va a decir que no soy músico, que no soy pianista, que no soy arreglista. Sé que lo soy y no he parado en mis estudios para ser cada día mejor. He demostrado mi calidad con múltiples artistas en Latinoamérica y no me preocupa si a algunos directores o programadores radiales no les gusta lo que hago”.

Pelusa no se queda en la descripción de su propia situación. Él va más allá cuando analiza la situación de la música y los músicos colombianos y afirma que nos falta mucho para reconocer tanto talento que hay aquí.

“Nos falta sentido de pertenencia. Pero no es porque el pueblo no lo pueda tener. Es porque nadie ama lo que no conoce, y en nuestro medio ni las estaciones radiales, ni los medios de comunicación en general, ni el Gobierno se interesan por divulgar nuestra música, por apoyar y resaltar el trabajo de nuestros artistas. El país entero debería conocer la obra de Pacho Galán, Lucho Bermúdez, José Barros, José A. Morales, excelsos músicos y compositores. Pero, no. El Congreso debería legislar en la defensa de lo nuestro, pero no lo hace porque allí no hay posibilidades de obtener una tajada. El Ministerio de la Cultura debería estar en manos de alguien que supiera de Cultura y debería tener un buen presupuesto, pero no. La Cultura solo interesa para la foto y de eso no vivimos los músicos, ni los artistas en general”, afirma con ímpetu, un barranquillero que a pesar de haber vivido muchos años fuera de la ciudad, la ama, la extraña y la defiende.

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