Hamacas con artísticos tejidos manuales en los que sobresalen los flecos, hacen parte de los nuevos elementos decorativos.
Esta pieza que tiene sus raíces de las antiguas civilizaciones mayas y fue inventada para dormir o descansar, ha tenido una evolución impresionante. Desde los colores y diferentes tejidos, sin que pierda su esencia, le han venido incorporando novedosos elementos como flecos y borlas.
Además de que se inventó para descansar, la hamaca es un elemento decorativo usado por personas de todo el mundo, en especial en regiones cálidas.
Existe desde hace miles de años. Las raíces de las hamacas se remontan a las antiguas civilizaciones mayas en América Central.
Su nombre es de origen Taíno, que era una lengua indígena de la familia arawak que se hablaba por todo el territorio de las Antillas, antes de la Conquista de América por parte de los europeos.
Las primeras hamacas se elaboraban con la corteza del árbol de Hamack (por este motivo se le atribuye a la palabra hamaca) que más tarde fue sustituida por la planta sisal porque era abundante y sus fibras podían sr suavizadas por el roce contra el muslo.
Hoy en día, el hilo de algodón es la materia prima con la que las tejedoras dan vida a estas “camas aéreas” o “camas colgantes”. Anteriormente, la única forma de obtener esta hilaza, era hilando de forma manual el algodón que se producía en el territorio. Pero actualmente, es común encontrar esos hilos procesados industrialmente.
Las hamacas se tejen en varias regiones de Colombia, siendo uno de los más famosos el municipio de San Jacinto, departamento de Bolívar. De hecho el maestro Adolfo Pacheco compuso el vallenato ‘La Hamaca Grande’ que se convirtió en el himno cultural del dicha población, hace más de 50 años, y ha tenido por lo menos 79 versiones en distintos países y en diferentes ritmos.
En Argentina y Uruguay, la hamaca paraguaya es común y se distingue del columpio. En México la producción más popular se encuentra en el istmo de Tehuantepec y San Pablo Yaganiza. Además, las hamacas las utilizan en otros continentes, como en algunas partes de Europa, donde fueron adoptadas por marineros para utilizarlas en los barcos.
En San Jacinto, Bolívar, el telar es elaborado por los hombres. Consta de un marco construido con cuatro astas o palos de madera de carreto o guayacán, ajustados con fibras de fique o bejuco; y otras piezas como las “trabas”, el “peine” o la “paleta”, fundamentales a la hora de transformar los hilos en hamacas.
Cuando todos los hilos están echados en el telar, la artesana arma el “peine” con dos varillas de palma de corozo a lo ancho del telar. Esto permite separar las hilazas de la urdimbre y la trama del tejido, así como que el palo de la tejeduría, pueda realizar el entrecruzamiento de los hilos, cuyos colores varían al mezclarlos).
Y así, halando el peine con una mano y golpeando la templada urdimbre con la “paleta”, utensilio de madera con el que se fijan los hilos, la artesana comienza a tejer con fuerza y experticia, entrecruzando los delgados hilos de forma horizontal en las fibras que ya están sobre el telar.
También, y con las mismas técnicas, tienen fama las hamacas elaboradas por los indios Wayuu en La Guajira. Este trabajo manual se caracteriza por llevar consigo la rica tradición textil de la cultura Zenú, de las sabanas de Cesar, y parte de Sucre, que tenían por costumbre que el novio le enviara a la novia una hamaca de algodón como símbolo del casamiento. También usaban esta piezas en los ritos funerarios como el lugar de reposo de los muertos embalsamados antes del entierro, y como el depósito en el que ofrendaban el oro a sus dioses.