Los emprendedores locales tienen hoy una oferta de calidad y precios accesibles.
La escasez de contenedores y microchips, el alto precio del dólar, las vitrinas “pobres” en productos, y los altos precios de la canasta familiar, son un reto para volver a lo natural, a lo local.
Hace dos años, un virus nacido en la China paralizó al mundo. Hoy, cuando se intenta salir del encierro y de las crisis generadas por él, aparece un “nuevo chino” a sembrar desesperanza y caos: la crisis de contenedores.
Los contendores son esas cajas inmensas de acero o aluminio que sirven para proteger las mercancías de todos los tamaños y calidades, que se transportan de un lado a otro por vía marítima o fluvial. Pues bien, cuando el mundo paró, ellas pararon, quedaron en puertos, en bodegas, y algunos pasaron de ser “cajas” a “casas”, bodegas y hasta oficinas.
Tener un contenedor “estacionado o vacío” es un problema que genera altos costos y además moverlos todos al mismo tiempo, cuando se aprobó la reapertura ha producido gran congestión. Algo así, como una carretera llena de vehículos que quieren avanzar al mismo tiempo hacia el mismo destino. Súmemelos a eso que salir cargados de China, de donde salen la gran mayoría de los insumos y productos para el mundo, y devolverlos vacíos de país que tienen bajas exportaciones, es supremamente costoso.
Entonces en ciudades como Barranquilla y países como Colombia que son importadores por naturaleza, el efecto de este nuevo mal mundial se ve reflejado en estanterías y almacenes con muy pocos productos, y un alza inusitada de precios. Expertos estiman que el 80% de lo que consumimos son transportado por vía marítima.
COSTOS POR LAS NUBES
Los costos de un transporte marítimo se han cuadriplicado en el último año. Según expertos, en septiembre de 2020 mover un flete de China a Estados Unidos costaba USD $4 469 mil. Un año después cuesta USD $20 615 mil. Y ese incremento lo paga el consumidor final.
Octubre y noviembre, antes de pandemia eran meses donde las mercancías inundaban los espacios en ciudades como Barranquilla donde los almacenes parecían insuficientes y las calles se volvían intransitables y los almacenes de cadena ofrecían abundantes y variados productos que permitían a los consumidores escoger. Hoy hay pocas cosas y muy caras. Esa es la realidad.
Hay además escasez de productos, por ejemplo, no hay parafina materia básica para prender velitas y seguramente, el 7 de diciembre no será tan iluminado como lo ha sido tradicionalmente en la región Caribe.
La carne de ganado o aves está por las nubes porque los alimentos que ellas consumen vienen del otro lado del mundo y no se consiguen o los precios están altísimo.
TAMPOCO HAY CHIPS
Los bloqueos impulsaron las ventas de computadoras y otros dispositivos para que las personas pudieran trabajar desde casa, y también compraron nuevos aparatos para ocupar su tiempo libre. Y la demanda fue más alta que la oferta, mientras tanto, la industria automotriz que también utiliza los famosos chips inicialmente vio una gran caída en la demanda y recorta sus pedidos. Como resultado, los fabricantes de chips cambiaron sus líneas de producción.
Y como si todo fuera poco, el dólar, la moneda que domina al mundo, se está acercando, nuevamente, al máximo histórico alcanzado por esa divisa en nuestro país.
VOLVER A LO LOCAL
Esta crisis mundial que según los expertos no se va a solucionar por ahora, ofrece un reto a los consumidores y a los consumistas: Hay que volver a lo nuestro, a lo local a lo cercano.
Las confecciones y la marroquería colombiana tienen una gran oportunidad. Antes de pandemia, el país estaba inundado de textiles, confecciones, zapatos, carteras, correas que venían de muy lejos. Las exportaciones legales y el contrabando prácticamente acabaron con la industria local, y ahora, ante la escasez de esos productos, las pequeñas fábricas tienen una luz de esperanza.
Como también la debería tener el campo si compráramos lo que producen nuestros campesinos: productos naturales, sin tantos químicos (importados), sin tantos insecticidas (importados), sin empaques sofisticaos. Las frutas, las verduras y legumbres colombianas son insustituibles por su calidad y frescura y una opción para hacer rendir la plata.
En cuanto a la decoración navideña que en años anteriores tenía una oferta casi ilimitada hoy es más barata si se vuelve a las manualidades y la creatividad de las abuelas. Se pueden tejer o cocer lindos muñecos y hacer figuras con elementos reciclables.
Mientras tratamos de adaptarnos a las nuevas realidades: falta de contenedores activos, escasez y dólar alto, lo mejor que podemos hacer es aprovechar las cosechas: cambiar la carne por pescado como el bocachico; apoyar a los emprendedores locales como los fabricantes de carritos de madera que no utilizan chips, y decorar nuestras casas con lo que podamos hacer en familia con los productos que tenemos a mano y la creatividad que siempre nos ha caracterizado.