Personaje / 16 de abril de 2022

Cuando pinto dejo de existir: Fernando Botero

El pintor y escultor Fernando Botero con su libro ‘Las mujeres de Botero’ en una foto publicada por El Confidencial en España, en 2018.

Rosario Borrero

El pintor y escultor paisa, que cumple el martes 90 años y que es considerado el artista plástico vivo más importante del país, pasa esta etapa de su vida en su casa de Mónaco. El artista plástico Álvaro Barrios y la directora del MAMB, María Eugenia Castro, hablan de su obra.

“Pintar es una experiencia extraordinaria. Cuando pinto dejo de existir. Trabajo de pie ocho horas al día y nunca siento cansancio. Es como si abandonara el cuerpo y me siento en éxtasis… Mi ambición era ser pintor y nada más que pintor. Empecé a pintar cuando tenía quince años y nunca he dejado de hacerlo”: Fernando Botero.

‘Bailando en Colombia’, óleo sobre lienzo, 1980. Museo Metropolitano de Nueva York.

Pocos artistas latinoamericanos han alcanzado el renombre y el prestigio internacional del maestro Fernando Botero Angulo, pintor, escultor y dibujante que este martes 19 de abril llega a sus 90 años de vida.

El maestro Botero (Medellín 1932) es considerado el artista plástico vivo más importante de Colombia, pues ha hecho exposiciones sin precedentes en los más prestigiosos museos del mundo; sus obras son muy bien recibidas por públicos diversos, y por tanto son muy cotizadas, y en el plano nacional ha hecho al país grandes donaciones de arte, como ningún otro pintor o escultor lo ha hecho.

En 1992, este artista llenó de orgullo el país pues una de sus esculturas, el Torso Masculino, ocupó el centro de los Campos Elíseos, en París. Fue la primera vez que la capital francesa exhibía la obra de un artista vivo en sus espacios públicos. Ya antes había exhibido sus esculturas monumentales en el Forte Belvedere de Florencia y en los hermosos jardines de Montecarlo, pero a partir del éxito de la exposición en París, estas iniciaron un recorrido mundial por los lugares más emblemáticos de 25 ciudades importantes del mundo, entre ellos en Park Avenue de Nueva York, y en el Paseo de La Castellana de Madrid.

También se exhibieron en Chicago, Washington DC, Jerusalén, Singapur, Sao Paulo, Santiago de Chile y en la Piazza della Signoria de Florencia, Italia, por citar tan solo algunas ciudades. Muy pocos artistas han alcanzado tal renombre en su vida.

Y en 2015 fue el primer artista vivo en exponer en el Museo Nacional de China, en Beijing –el segundo más visitado en el mundo—, pues 150 obras suyas fueron exhibidas allí, y también en el Museo de Arte de China, en Shanghai.

SU APORTE AL ARTE NACIONAL

Escultura donada por el maestro Fernando Botero para la plaza que lleva su nombre en Medellín.

Por todo esto, es el artista colombiano más reconocido a nivel internacional, según lo expresa María Eugenia Castro, directora del Museo de Arte Moderno de Barranquilla. “El maestro Botero tiene calidad y además es del gusto de mucha gente. Él tiene la ventaja, no solo de ser un gran artista, sino de tener el instinto de conseguir muy buenas galerías en el mundo para exponer sus obras”, explicó.

Añadió además que el país tiene que estar muy agradecido con este gran artista, pues entre 1990 y 2000 donó unas 700 obras, tanto propias como de la colección privada que reunió a lo largo de su vida de maestros europeos de los siglos XIX y XX, al Museo de Antioquia, al Banco de la República y al Museo Botero en Bogotá, y 23 bronces monumentales para la Plaza Botero de Medellín. “Debemos sentirnos honrados y contentos de que Colombia haya producido un artista de su categoría.

.Álvaro Barrios y María Eugenia Castro

Por su parte el maestro Álvaro Barrios dice que Fernando Botero contribuyó mucho al desarrollo del arte moderno en Colombia, junto con Alejandro Obregón, Eduardo Ramírez Villamizar y Édgar Negret.

“Ellos cambiaron el concepto del arte en Colombia, que era muy tradicionalista. En la década del 60 lideraron el afianzamiento del arte moderno, fueron los pilares liderar todo ese cambio que se dio en el paso del siglo 19 al 20”, expresó el reconocido artista conceptual y dibujante.

FORMACIÓN AUTODIDACTA

La formación artística del maestro Fernando Botero es esencialmente autodidacta y su primera figuración pública fueron algunas colaboraciones que hizo en su adolescencia en un suplemento literario en su ciudad natal.

A los 19 años hizo su primera exposición individual de acuarelas, gouaches, tintas y óleos en la Galería Leo Matiz, que le dio lo suficiente como para radicarse un tiempo a Tolú, Sucre, donde pintó el óleo Frente al mar, con el que en 1952 ganó el segundo puesto del IX Salón Nacional de Artistas.

Posteriormente viajó a Europa donde vivió 4 años entre Madrid, Barcelona, París y Florencia, donde estudió a los grandes maestros de la pintura española, especialmente Goya y Velásquez. Entró a academias, leyó montones, visitó museos y pintó muchísimo. Regresó al país, se casó con la gestora cultural Gloria Zea, madre de sus hijos Fernando, Lina y Juan Carlos, y volvió viajar, pero esta vez a México, New York y Washington. Eran los días en que abundaba la creación artística, pero el dinero escaseaba. De vuelta al país, volvió a ganar el segundo puesto del Salón de Artistas con su óleo Contrapunto, que fue muy elogiado. El premio lo compartió con Alejandro Obregón y Jorge Elías Triana.

‘Maternidad’, escultura en bronce de Botero, en una calle de París.

Fernando Botero salió del todo de Colombia en 1961, cuando fijó su residencia por casi 12 años en New York. Posteriormente se radicó en París, pero lo alternaba con largas estancias en su estudio en Pietrasanta, en la toscana italiana, y con su finca en Tabio, Cundinamarca.

En 1964 aparece la escultura en su quehacer artístico, con la obra Cabeza de obispo. A este arte se dedicó con entusiasmo desde 1975 y dos años después expuso sus bronces por primera vez en el Grand Palais de París. Y con ello llegó el reconocimiento universal también como escultor.

En el verano del 92, tras la exposición apoteósica en los Campos Elíseos con sus monumentales figuras, su obra llegó a grandes museos como el Grand Palais de París, el Hermitage de San Petersburgo, Rusia; el Pushkin de Moscú, el Museo Reina Sofía de Madrid, España; el Hirshhorn de Washington DC,  y el Tamayo, en México, entre otros.

NOSTALGIA POR SUS RAÍCES

En la magnífica obra de Botero en estos más de 72 años de trayectoria hay óleos, esculturas, dibujo a lápiz, carboncillo, pastel, tinta china y sanguina. Los tópicos más recurrentes de su obra han sido América Latina, el tema central de su carrera; las versiones que realiza a partir de obras maestras de la historia del arte; la naturaleza muerta, uno de sus géneros pictóricos favoritos; y las corridas (empezó a dibujar escenas taurinas con doce años), la religión y el circo.

Una de las obras de Botero sobre la violencia en Colombia.

“Mi pintura refleja un mundo que conocí durante mi juventud. Es una especie de nostalgia y obsesión, que he convertido en el tema central de mi trabajo. Viví quince años en Nueva York y mucho tiempo en Europa, pero esto no ha cambiado nada de mi enfoque, naturaleza y espíritu latinoamericano. La comunión con mi país es total”, ha dicho sobre su obra.

Aunque  el artista ha afirmado que “el arte debe ser un oasis, un lugar de refugio frente a la dureza de la vida”, su obra es en ocasiones muy comprometida políticamente y  han tenido una repercusión social a nivel mundial. Eso sí, nunca ha puesto en venta ninguno de los cuadros de estas series, porque según él, “uno no puede hacer un negocio basado en el dolor”.

“El arte no tiene poder para producir cambios sociales o políticos, pero sí tiene el poder de perpetuar en el tiempo la memoria de un episodio. El mundo recuerda el bombardeo de Guernica durante la guerra civil española porque Picasso lo pintó. Lo mismo sucedió con Goya y los fusilamientos del 2 de mayo. El arte sirve como testimonio que perdura en el tiempo y en la memoria colectiva.”

En su concepto, la contribución más grande que puede hacer un artista al mundo del arte es su estilo, que es su forma única y personal de expresarse. “Si de algo estoy feliz es, primero, de haber vivido siempre de la pintura, incluso muy pobremente en mis primeras épocas, en Nueva York, cuando vendía dibujos a 10 dólares. Y, sobre todo, de haber encontrado un estilo propio. Una visión del mundo que no existía y que soy yo, porque yo lo hago”.

Sobre sus famosas figuras gordas, el artista explicó alguna vez que la pintura debe ser “generosa, sensual, voluptuosa”. “Descubrí una forma de expresar esta sensualidadampliando formas y volúmenes. Mi obra no es un comentario sobre gordura o delgadez; es el reflejo de cierta manera de concebir la belleza en el arte”.

UN ARTISTA COSMOPÓLITA

El maestro Botero se convirtió en un ciudadano del mundo, cosmopólita de alma y de nacionalidad, que ha vivido los últimos años entre sus casas de Paris y Pietrasanta, Grecia y Mónaco. Al respecto, Lina, su hija, ha dicho que su padre es feliz donde pueda trabajar.

 “En cada una de sus casas tiene un estudio y lo primero que hace cuando llega es dejar las maletas y ponerse a trabajar para no interrumpir su flujo creativo. A pesar de que salió de Colombia hace 60 años, lleva a su país siempre en su corazón. Hoy en día pasa la gran mayoría de tiempo en Mónaco donde también tiene un estudio maravilloso que le obsequio el Príncipe Rainiero hace ya muchos años. Y también viaja mucho a Grecia donde tienen una casa porque su mujer, Sophia Vari, es griega. Solo en Italia trabaja la escultura porque allí están las fundiciones de bronce y los artesanos que tallan el mármol”, añadió.

En esta etapa de su vida, los hijos del maestro Botero cuentan que su padre sigue siendo el mismo artista disciplinado que madruga para pintar, con una energía vital que no deja de sorprender a quienes le rodean. En una entrevista que dio a medios españoles, el pintor y escultor resumió su pasión por actividad creadora.

“Sigo trabajando con el mismo entusiasmo, energía y capacidad que cuando tenía treinta años. Se ha atribuido a Tiziano la frase: “Uno comienza a saber pintar a los ochenta”. Leía en una revista científica un artículo sobre la longevidad de los artistas. Decía que el deseo de pintar y crear es lo que te mantiene vivo. Y así lo siento, como una pasión incombustible. Estoy deseando que amanezca rápido para volver a pintar. Pinto los siete días de la semana donde quiera que esté. La energía me llega cuando estoy pintando. Cada cuadro es una explosión de energía y entusiasmo. Todas las mañanas estoy deseando llegar a mi estudio; soy como un monje en retiro, llego por la mañana y me encierro a trabajar todo el día. Es un pequeño éxtasis en el que las horas pasan sin darme cuenta”.

El maestro Fernando Botero con su hija Lina.

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