Nuestra Gente / 17 de julio de 2021

La vida del joyero William McKinley, con muchas vueltas, nudos y colores

William McKinley con algunas de las joyas de piedras semipreciosas que elabora.

Patricia Escobar

El artista soledeño radicado en Estados Unidos pasó del mundo de la hotelería al de la elaboración de collares con piedras semipreciosas. Hoy, en la edad adulta, se declara una persona feliz después de haber logrado ‘anudar’ múltiples experiencias y sentimientos con los tonos del arcoíris.

Estudio y se graduó para ser docente y/o escritor, pero se encontró de frente con una gran oportunidad laboral y trabajó por años en hotelería participando y dando vida a importantes proyectos en Barranquilla, Cartagena y Panamá. Pasó a ser agente inmobiliario en los Estados Unidos y hoy es una persona feliz que dedica gran parte de su tiempo a diseñar y crear collares con piedras semipreciosas que, como su vida misma, son una amalgama de sorpresas, colores, combinaciones.

William Mckinley, bisnieto de un inmigrante gringo con ascendencia irlandesa, nació en Soledad, Atlántico, pero vivió siempre en Barranquilla. Estudio en la Universidad del Atlántico y su primer trabajo fue en el Hotel Cadebia al que ingresó, recién graduado, como recepcionista por su dominio del inglés. Allí, en un hotel nuevo en la capital del Atlántico, hizo carrera. A los tres años fue gerente del departamento de alojamiento y también de ventas. Posteriormente pasó al hotel Dann, donde permaneció unos seis años.

Estuvo en Cartagena como director de alojamiento del nuevo hotel Las Américas Beach Resort durante 8 años. Panamá fue su siguiente ciclo con el Decameron Farallón, donde estuvo un año. En el 2000 decidió mudarse a los Estados Unidos. “Las expectativas de trabajo cambiaron, opté por ofrecer un perfil más bajo y fue así como me vinculé a un condominio de billonarios en Palm Beach, Florida, y por mi larga experiencia en la hotelería me ofrecieron ser head concierge, y allí permanecí hasta finales del 2020, cuando me pensioné”, dice.

Desde hace años, en sus tiempos libres, William diseñaba y elabora pequeñas joyas para su hija. Era su hobby. Un hobby que ha disfrutado con pasión y que hoy lo mantiene creando y con la imaginación activa y en constante evolución.

SUS COLLARES

El mar es su mayor inspiración. “Los collares y siguientes accesorios por salir al mercado están siempre inspirados por las cosas y sitios que me rodean diariamente: el mar de Palm Beach donde vivo hace años, el mar que recuerdo de niño en Puerto Colombia, el mar de Cartagena y las islas del Rosario de mis años en la Ciudad Amurallada, el océano Pacifico de Panamá… en fin el mar ha sido un factor constante en mi vida”, dice.

Asegura que igual de influyente en su obra ha sido la vegetación exuberante de su casa en Palm Beach, las palmeras de mil especies, las plantas de Miami, las buganvilias, las cayenas del Caribe, los crotos, las orquídeas sensuales y eternas, en fin todo lo que viva en el mundo vegetal lo emociona e inspira montones.

Y complementa, “la belleza de mi hija, el salero y gracia de mis hermanas, la cadencia al caminar, la clase y la dulzura de mi recordada madre, la fuerza emocional y la capacidad de amar infinita de la mujer en general… esa es mi mayor inspiración, soy un admirador a carta cabal de ese ser complejo, pero adorable ser que es la mujer”.

Los materiales que usa para sus collares son piedras semipreciosas como el ágata, piedras minerales de origen volcánico mezcladas con cristales, cerámicas y resinas acrílicas que brindan balance en peso y presentación. La técnica del nudo está 100% presente en sus trabajos porque garantiza la seguridad y durabilidad de las piezas. Todos los collares cuelgan 14 a 16 pulgadas de largo, lo que permite versatilidad en el uso, largos de manera casual sobre una camisa o sweater para la oficina o reunión informal, o doble lazada sobre un vestido formal o de fiesta para la noche.

Mckinley asegura que diseña y crea para un tipo de mujer madura, segura de sí misma, elegante y clásica, pero capaz de vestir una pieza de joyería que rompa con los esquemas tradicionales y establecidos, sin pedir opinión ni permiso. “En mi mente veo una mujer a la que la vida le ha brindado satisfacciones, pero que también ha luchado para lograr su lugar en el mundo, con derrotas y desaciertos que le han enseñado las lecciones de vida que la hacen el tronco de mujer que es hoy día”, explica.

SU ORGULLO

Con su hija Melissa y los gemelos Anthony y Timothy.

Su gran orgullo es ser padre de tres hijos: Melissa, la mayor, de 31 años de edad, y sus gemelos Anthony y Timothy, de 30 años, y ahora, abuelo de dos nietos: Lucas y Verónica, hijos de sus gemelos quienes se casaron con dos hermanas argentinas y viven en los Estados Unidos.

Sin embargo, dice que otro orgullo es ser feliz, haber encontrado su realización personal en una edad adulta.

“Salí del closet después de los 50 años de edad. Antes de ese momento tan transcendental en mi vida nunca viví ninguna relación que no fuera con mujeres que amé y admiré profundamente. La madre de mis 3 hijos, la (relación) más profunda de todas”, confiesa.

Y sigue hablando del vuelco que dio su vida: “Fui primer hijo, primer sobrino, primer nieto, el hombrecito que debía ser el mejor ejemplo, el mejor estudiante, el que despertaría orgullo y admiración por sus logros, y en ninguno de esos contextos cabía el ser diferente, el ser gay. Entonces decidí guardar cualquier idea al respecto en lo más recóndito de mi cerebro. Y así viví por años, hasta que en mi país de adopción conocí a Michael, quien hoy es mi esposo, mejor amigo, socio de empresa, copiloto de los viajes más placenteros y emocionantes alrededor del mundo, segundo padre para mis hijos a quienes ama y ellos admiran y aman de la misma forma. Michael me mostró el mundo con los ojos de un hombre gay serio y responsable, orgulloso y valiente, honesto y con gran sentido humanitario. A partir de este hallazgo maravilloso mi vida entera cobró nuevo sentido y aunque nunca viví una existencia infeliz, ahora mi vida es plena y serena, no hay sobresaltos, no hay miedos, estoy listo pa lo que venga”, dice con máxima sinceridad desde lo más profundo de su corazón.

EL BALANCE

Con Michael, su pareja.

Cuando William McKinley mira hacia atrás y hace un balance de lo que ha sido su vida dice que lo más grande y valioso que tiene o le ha sucedido, es ser padre. “Ser papá te cambia la perspectiva y las prioridades, te hace menos banal y más generoso, más cauteloso y te hace planear a largo plazo, en fin, te ayuda a madurar y a hacer lo posible por convertirte en un ser más responsable y útil a los demás”, asegura.

A nivel profesional logró abrir con éxito 4 hoteles importantes en su momento, pero haber tomado la decisión de dejarlo todo e irse para los Estados Unidos es para él lo más significativo porque “le brindé a mis hijos la oportunidad de ampliar su perspectiva desde muy temprana edad, de estudiar y de integrarse a un sistema muy diferente, sin olvidar sus raíces y su cultura”, asegura.

Hoy dice que su felicidad nace de su encuentro consigo mismo. De ser lo que siempre quiso ser. “De niño mi intuición y mi inclinación apuntaban siempre a las bellas artes, la pintura, el dibujo, la creación de objetos con mis manos. Desafortunadamente no conté con el apoyo necesario y los sueños de niño fueron dando paso a la tediosa realidad de la vida, pero hoy soy un ser íntegro, coherente, realizado, y por lo tanto feliz. A eso debemos apuntarle todos”.

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