Personaje / 10 de septiembre de 2022

“Milagrosamente me salvé del 9/11 y de otros sucesos terribles en EEUU”: camarógrafo de Univisión

Muchas de las imagenes captadas por la cámara de Humberto Acosta de los ataque terroristas contra las Torres Gemelas, le dieron la vuelta al mundo.

Zoraida Noriega

Al barranquillero Humberto Acosta le tocó vivir en carne propia y grabar con su cámara el atentado contra las Torres Gemelas, y pocos días después el avión que se estrelló en el condado de Queens, NY, con 260 ocupantes. También se salvó del Covid que lo mantuvo al borde de la muerte. Aquí su impactante relato y cómo fueron sus inicios en la reportería.

Este teléfono era del piso 90 de una de las Torres Gemelas. Quedó quemado por las llamas causadas por uno de los aviones que se estrellaron. Humberto lo encontró y lo guarda como recuerdo de ese fatídico día.
Con sus compañeros: la reportera Sofía Lachapel y el operador de truck Satelite, Orestes Téllez, quien después falleció de cáncer por el humo y polvo que respiró durante el atentado.

Hace 42 años Humberto Acosta dejó a su natal Barranquilla para irse a Estados Unidos en busca de nuevos horizontes. Siendo apenas bachiller del Colegio Biffi La Salle, era un quinceañero que siempre le inquietaba el periodismo; recuerda que escuchaba Radio Universal, su emisora predilecta. Por eso, sin saber inglés, con su arraigado acento costeño que aún no ha perdido y que lo delata pese a su “cara de cachaco”, como él dice entre risas, lo primero que hizo cuando emigró con su familia fue ingresar a una escuela de prácticas de periodismo en Time Square, Nueva York.

Ya en el ejercicio, en 1984 se vinculó a la cadena Univisión como camarógrafo hasta el sol de hoy. “Serví como reportero político en la Casa Blanca (en la época de Bush y Bill Clinton) para el Canal 75 de Puerto Rico, donde me fui a vivir durante 6 meses. Con el pasar del tiempo, entonces me di cuenta, que cuando ya van cayendo los años a uno lo van haciendo a un lado. Entonces decidí irme detrás de las cámaras”.

En uno de los innumerables eventos trabajando para Univisión.

Pero pese haber tenido la oportunidad de estar muy cerca y enfocar a tantas personalidades durante su carrera, ninguno de los hechos lo han marcado tanto como aquel terrible 11 de septiembre de 2001 en el que casi 3.000 personas murieron en el atentado contra el World Trade Center de Nueva York, episodio que se renueva todos los años en el mundo. “De toda las experiencias vividas, ninguna como esta”, agrega.

El otro suceso que le tocó, y en el que también estuvo a punto de perder la vida, fue estar muy cerca de la caída del vuelo 587 de American Airlines con 260 ocupantes que iba rumbo a República Dominicana.

El reportero visual no solo guarda grabaciones, sino incontables fotografías con ex presidentes y muchos personajes de la política, así como artistas de renombre. Aquí con Andy Montañez.
Con Willy Colón durante sus aspiraciones políticas.

Y a comienzos de la pandemia le dio Covid que lo mantuvo grave en el hospital durante siete días. Un compañero de trabajo, que se contagió al mismo tiempo, no contó con la misma suerte porque murió. Con razón Humberto dice que “haber estado tan cerca de la muerte y haberse salvado, es una bendición de Dios”.

FATÍDICAS IMÁGENES QUE NUNCA MUESTRA

Muchas de las imágenes que le dieron vuelta al mundo de los ataques terroristas del 9/11 fueron captadas por Humberto Acosta. Pero las más fuertes las guarda con recelo, porque el Gobierno prohibió su difusión a todos los medios con multas y cancelando credenciales.

En la Casa Blaca, a un paso de Bill Clinton, presidente de EEUU en ese entonces.
Con su hermano Jorge Acosta, reconocido futbolista en Colombia y Estados Unidos.

“Ese día, la periodista Sofía Lachapelle y yo estábamos cubriendo el relanzamiento de Rudy Giuliani, quien ese momento era el alcalde NY. Como a las 8 de la mañana nos llamaron de la empresa para comunicarnos que se había  estrellado una avioneta, pero debido al trancón en la carretera, (estábamos a 5 bloques de las Torres Gemelas) yo me bajé del carro y veo el segundo avión que va en picada que se estrella en una de esas edificaciones. Ahí caímos en cuenta que se trataba de terrorismo. Comencé a grabar. Tengo por lo menos a 25 personas desesperadas lanzándose a vacío, ¡yo filmé todo!”.

“Estuve al pie de una de las torres grabando hacia arriba”, dice todavía consternado. Recuerda la ola de polvo, que no era más que concreto pulverizado, que casi no lo dejaba respirar y tampoco ver bien.

“En mi afán de cubrir la noticia, en un momento no me vi la credencial de prensa que llevaba colgada en mi pecho porque ya la seguridad estaba pidiendo desalojar el lugar. Si no la tenía, entonces me podían sacar de la zona. De pronto me di cuenta que se me había volteado hacia atrás. Para mí eso fue un ángel que me dio una señal, que yo saliera de ahí. Y cuando me dispongo a tomar mi carnet, la segunda torre se vino abajo. Es que si yo no hubiera salido, hubiera sido una víctima más”.

A la pregunta qué siente después de 21 años de ese atentado, dice: “Es imborrable. Pero ya llevo 3 años que no asisto a ningún evento conmemorativo del 9/11, y cada vez que toca pasar por la Zona Cero nada más miro de lado y sigo de largo. No quiero revivir ese día. La compañera que estuvo conmigo ese día quedó con un psicólogo de por vida, yo he sido más fuerte para ser sincero. Al comienzo me despertaba gritando, no podía dormir mucho, pero todo lo he superado”.

Stephen y Anthony, los nietos de Humberto Acosta.

CON LOS OJOS ABIERTOS

A raíz de ese atentado terrorista está convencido que todo cambió, “fue un giro increíble de 90 % que me cambio por completo sobre todo la manera de mirar las cosas. Ya no es como antes, esa seguridad que uno sentía, de andar de un lado para otro, hoy es otra. Ahora uno se mueve con los ojos muy abiertos mirando alrededor para estar pendiente de dónde va a venir un golpe, porque EEUU siempre ha sido blanco para los terroristas; también con tanto loco que hay en las calles con un arma. Por eso dicen que este país es el hospital mental más grande, por la cantidad de dementes que hay en las calles”.

“Claro que me da susto, pero ya estoy curtido de vivir cada día una experiencia diferente. Con todo lo que me he visto estoy siempre a la expectativa. Uno se vuelve como un perro sabueso”.

UNA PREMONICIÓN

En la memoria de Humberto Acosta mantiene frescas las aterradoras imágenes del accidente del vuelo 587. “Yo estaba cubriendo una noticia en esa área y vi cuando el avión empezó a perder el control y se estrellaba en una zona llamada Rockaway de Long Island. Me escondí en un muro de concreto y seguí grabando, vi muchos cuerpos tirados, esparcidos en la zona, pedazos del avión y mucho humo”.

“Lo increíble es que yo había soñado esto una semana antes. Fue como una premonición. Se lo conté a mi esposa María. En el sueño yo estaba con mi hija pequeña y vi que el avión venía hacia mí y por eso me escondí en un muro de concreto. Y volaban por los aires pedazos de la aeronave, había llamas y mucho humo, tal como lo vi en el sueño así sucedió”.

GRAN MARISCAL

Humberto está casado con una nicaragüense. De cuya unión nacieron dos hijos y tiene dos nietos, todos nacidos en Estados Unidos.

Él es hermano del reconocido ex futbolista Jorge Acosta, quien jugó en el Deportivo Cali, en las divisiones inferiores de Estados Unidos y pasó buena parte de su carrera en la selección nacional de ese país. Hoy se dedica a dictar clases de fútbol a los niños en Old Greenwich Riverside Civic Center en Connecticut..

El camarógrafo tiene 6 años que no viene a Barranquilla, pero está pendiente de todas las noticias de su ciudad que añora, y de la que le dicen “ha cambiado, está mucho mejor”.

Por muchos años le tocó cubrir el tradicional desfile del Día de la Hispanidad, pero este año, por su trayectoria en el campo de las comunicaciones, participará encabezando la delegación colombiana ostentando la banda de ‘Gran Mariscal’, título que le otorgó la fundación Colombian American Goodwill, que preside Nayi Guardiola.

Le faltan 5 años para jubilarse de Univisión, trabajo que combina como administrador de bienes raíces y la compra y venta de carros clásicos. “Es un hobby bonito pero muy caro”, apunta con una sonora carcajada, esa que se desdibujó por mucho tiempo desde que le tocó cubrir la noticia del 9/11.

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