Dolce vita / 20 de febrero de 2021

Por fortuna, el dulce sabor de la Cuaresma se resiste a morir

Patricia Escobar

Tras un año difícil, nuestras palenqueras han tenido también que recurrir a las redes sociales y al servicio a domicilio para recuperarse económicamente con la venta de las cocadas, alegrías, caballitos, bolas de dulce y jaleas con la que endulzan el paladar de todos.

María Angélica Salgado frente a su emprendimiento.

Hace un año, bultos de frutas y tubérculos tuvieron que ser lanzados a la basura y con ello la ilusión de más de un centenar de mujeres, casi todas cabeza de familia que, como ha sido tradición, se había aprovisionado para producir los famosos dulces que en época de Cuaresma llenan de olor y color las calles de Barranquilla.

Hoy las cocinas y patios de esas mujeres esperan con cautela e incertidumbre poder encenderse y producir los dulces, si no en las cantidades tradicionales, en una proporción que de alguna manera puedan alegrar la vida de los barranquilleros, y la de sus mágicas creadoras.

Un grupo de matronas del Festival Ancestral del Dulce, en Soledad.

María Angélica Salgado y su familia, pertenecen a ese grupo de mujeres afrodescendientes que todos los años, terminado el Carnaval, se entregaban en cuerpo y alma a la producción y venta de una gran variedad de dulces. Ella, mundialmente conocida por su espectacular figura y desbordante alegría que desfila por las calles carnavaleras de Barranquilla luciendo atuendos que la asemejan a una diosa carioca, colgaba sus disfraces el martes después de “enterrar” a Joselíto y se iba al patio de su casa a pelar, partir, medir, revolver y poner al fogón una variedad de frutas y tubérculos que, con azúcar, panela, y los toques mágicos tradicionales, daban como resultado los más deliciosos y variados dulces. Y después, salía a venderlos, casi siempre en el Parque Suri Salcedo.

Este año los vestidos de gala quedaron colgados y los fogones están en bajo, esperando el permiso para poder vender los dulces manjares de la Cuaresma en sitios previamente establecidos, aunque ya está ofreciendo su producción en redes sociales. Ella y su familia han comenzado a elaborarlos en baja escala vendiendo a través de las redes sociales bajo la marca ‘Sabor de Palenque’ y espera que el apoyo sea total.

María Angélica fue la ganadora de un reality de TV hace 11 años, pero no ha dejado de ser la chica sencilla de Barranquilla, arraigada a sus costumbres y tradiciones palenqueras. Con su emprendimiento gastronómico ha mantenido orgullosamente a su familia y se ha convertido en una líder que espera que todas las mujeres palenqueras que saben cómo endulzar los días de los barranquilleros puedan en este segundo año de pandemia, cumplir sus metas, vender sus dulces y alegrar el corazón de muchos.

María Angélica lidera el emprendimiento ‘Sabor a Palenque’.

Liliana Viloria, soledeña, líder afro y quien comanda el Festival Ancestral del Dulce que agrupa a 60 mujeres de 14 organizaciones con sede básicamente en Soledad, afirma que el año anterior todos los dulces de leche se le dañaron a ella y a las de su grupo y que el resto lo repartieron entre amigos y conocidos, perdiendo plata y tiempo.

Para este año tiene gran ilusión en que su festival, que ha sido acogido en tres importantes centros comerciales, sea la salvación para la juventud que sigue la tradición de sus abuelos y para las mujeres que tienen en el arte de fabricar dulces sus esperanzas económicas.

Ellas están ofreciendo desde hace 10 días, 22 variedades de dulces, desde los más tradicionales como guandú, ñame, y mongomongo, hasta las nuevas propuestas donde combinan frutas de la región como otras más exóticas como el durazno. Adicional ofrecen jaleas y otros exquisitos manjares que van desde los 3 mil pesos en adelante.

Los dulces típicos de esta temporada provienen en su gran mayoría de los patios y cocinas de las mujeres afro residentes en Nueva Colombia, La Manga y el Valle. Es una tradición que se resiste a morir a pesar de que hoy las jóvenes palanqueras se inclinan por estudiar enfermería, y otras profesiones relacionadas en su gran mayoría con el sector salud.

Durante las cinco semanas posteriores al Carnaval esos populosos sectores de la ciudad cambian el olor a harina y ron por los exquisitos aromas de sus productos. Comenzaron haciendo dulces para intercambiar entre sus vecinos, casi todas familias. Posteriormente comenzaron a recorrer las calles, y además de ofrecer sus conocidas “alegrías con coco y anís”, ofrecían caballitos, cocadas, dulce de leche y de papaya. Años después lograron que se les abrieran un espacio en los atrios de las iglesias, en los parques, en los centros comerciales y hasta en algunas empresas que reciben flujo de público.

En la preparación de sus manjares han evolucionado. Comenzaron con los fogones de leña, pasaron a los eléctricos y hoy los hacen en fogones de gas. Sin embargo, su mayor evolución la han afrontado en esta época de pandemia cuando además han tenido que aprender de redes y tecnología para ofrecerlos, a pesar de la mala conectividad y de la falta de conocimiento de esta tecnología.

“Ya muchas personas conocen nuestro sabor y nos buscan y compran. Para esta temporada estamos haciendo una alianza con una empresa de mensajería para llevar a la casa a de los barranquilleros nuestro auténtico sabor”, dice Liliana.

Adicional, todas han aprendido de normas de bioseguridad, y las están implementado para este año.

Como María Angélica y Liliana, Sandra Malvina, perteneciente a la Comunidad Ángela Davis, en el barrio El Valle, conforma el equipo que fabrica dulces desde la Cuaresma, por medio de ‘Dulafros’, una cooperativa de productoras y comercializadoras de dulces típicos y alimentos afro. En su familia, las mujeres forjaron la costumbre de elaborar y vender sus productos. La abuela le enseñó a su mamá y esta le enseñó a Sandra Marcela.

Para las mujeres negras, la sazón y el sabor no está ni en los fogones, ni en la tecnología. Está en sus manos y en el conocimiento ancestral.

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