Perder o desperdiciar menos comida ayudará a conservar el medio ambiente.
A propósito del Día Mundial del Medio Ambiente, el mensaje es claro: todos tenemos un papel fundamental en su conservación.
Si bien la convocatoria este año, en el marco de la conmemoración del Día Mundial del Medio Ambiente, está relacionada con las acciones para reducir la contaminación por el uso o inadecuada disposición de residuos plásticos, el momento es propicio también para analizar esa alteración negativa del medio ambiente que se produce durante el ciclo de nuestra cadena alimentaria.
Muy lejos de lo que mucho creemos, el simple hecho de pelar un banano para comerlo es el inicio de un ciclo de contaminación ambiental que incide de manera importante en el estado crítico en que se encuentra sumido el planeta por causa malas prácticas.
Y no solo nos referimos a la disposición final de las cáscaras de la fruta, por ejemplo, que ya en sí es un factor de suma importancia en el ciclo del manejo de los recursos naturales en la cadena ambiental.
Muchas veces no alcanzamos a comernos la fruta u otros alimentos completamente y dejar esos alimentos, constituyen un factor de contaminación ambiental.
Y es que la pérdida y desperdicio de alimentos tienen un impacto negativo en el medio ambiente. Muchos alimentos se pierden o desperdician a lo largo de toda la cadena alimentaria, desde la producción agrícola hasta el consumo final.
De acuerdo con estudios de expertos, en países en vía de desarrollo las mayores pérdidas de alimentos se dan en las primeras etapas de la cadena alimenticia, debido, principalmente, a problemas para el almacenamiento, refrigeración y transporte de los mismos.
Y no menos importante, y tal como lo dijimos en la introducción de este tema, hay una gran cantidad de alimentos que se desperdician durante el consumo ya porque no lo consumimos completamente o porque lo tiramos, incluso cuando aún están en buen estado.
Estudiosos aseguran, y con mucha razón, que las pérdidas de alimentos conllevan el desperdicio de recursos utilizados en la producción como tierra, agua, energía e insumos, por lo que producir comida que no va a consumirse supone emisiones innecesarias de CO2 que contribuyen al calentamiento global y cambio climático.
Datos del Banco Mundial dan cuenta de que en el mundo, aproximadamente un tercio de las partes comestibles de los alimentos producidos para el consumo humano se pierde o desperdicia.
Las cifras dan cuenta de que alrededor de 1.300 millones de toneladas de alimentos al año son desperdiciados, lo que incluye el 30% de los cereales, entre el 40 y el 50% de raíces, frutas, hortalizas y semillas, el 20% de la carne y productos lácteos y el 35% de los pescados.
Indica el Banco Mundial que en América Latina la mayor pérdida de alimentos se da en los eslabones de producción y consumo.
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación (FAO) el 6% de las pérdidas mundiales de alimentos se dan en América Latina y el Caribe, y que cada año la región pierde o desperdicia alrededor del 15% de sus alimentos disponibles.
Con los alimentos que se pierden en la región sólo a nivel de la venta se podría alimentar a más de 30 millones de personas (64% de quienes sufren hambre en la región).
Otros organismos como el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) da cuenta de altas pérdidas en productos de alto consumo a nivel de hogares; por ejemplo, en la Región Andina se pierden aproximadamente el 40% de papas y el 35% de los vegetales en Haití.
“La pérdida también es alta en productos de exportación, en Ecuador hay pérdidas de bananos y en países del Caribe, se pierden en mayor proporción las calabazas. Las principales causas de estas pérdidas son la falta de equipo para conservar la cadena de frío e inadecuado manejo y embalaje de los alimentos”, indica el IICA.
Para contribuir a acabar o disminuir el desperdicio de alimentos, la FAO y el IICA recomiendan mejorar la eficiencia de los sistemas alimentarios y la gobernanza sobre el tema mediante marcos normas, inversión, incentivos y alianzas estratégicas entre los sectores público y privado.
Pero además, a nivel individual, como consumidores cada persona debiera mejorar su comportamiento: ser más conscientes en la selección y compra de alimentos.
Entre las recomendaciones para los individuos están el no dejarse llevar por los “estándares estéticos”. Igualmente planificar las compras y comprar solamente lo necesario para evitar que los alimentos caduquen por falta de uso o inadecuado almacenamiento.
Pero lo más importante y urgente en el cambio de conductas es no preparar ni llenar el plato con más comida de la que se es capaz de consumir y si se tiene comida en buen estado que ya no se desea consumir, se aconseja congelarla para posterior consumo o donarla.
Otras recomendaciones son cambiar o modificar las dietas a una más sostenible para el medio ambiente. Por ejemplo, limitar el consumo de lácteos y carne. Estudios revelan que producir de 0.9 kilogramos de carne emite 13 kilogramos de CO2 y utiliza una gran cantidad de agua y tierra.
Por eso debe tratarse de que la base de nuestra alimentación sean las frutas, vegetales y legumbres, lo que sumaría esfuerzos para alcanzar el objetivo 12 de la nueva Agenda de Desarrollo Sostenible, el cual es, lograr la producción y el consumo responsable de alimentos.